sábado, 22 de septiembre de 2018

CAEN UN POEMA DE ESTHER MUNTAÑOLA




Caen


Desayuno con el señor Walchaux.
Su mujer nos mira, delicada y azul
como luz primera.

Él habla de su casa, de su vida, de la guerra.
Aquel soldado americano, no sé cómo, encontró una gallina
y me la dio. Ni él ni yo podíamos creer
que hubiera nada vivo. Se había escondido callada entre las piedras.”

Afluye la baba al mentón, se escurre de la boca,
escapa a los ojos brillantes que narran.
17 años y recogía cadáveres, verano del 44.
17 años, qué tallaje tiene el alma,
qué mochila, qué cementerio arrastrar
con 17 años desde los escombros,
más derrumbados los hombres que los muros.

No pudieron contar cuántos cuerpos,
cuántos días.

No quedarse atado a la tierra.
No quedarse atado a la tierra.

Un bendito rayo de sol entra y nos reconforta.
Ilumina el desayuno, vasos, zumo,
croisants, mantequilla.

El señor Walchaux respira con dificultad. La señora Walchaux
observa que todo esté bien,
leve sonrisa, parece que ella también quisiera hablar.

Él continúa:
No vimos nada vivo salvo aquella gallina...
¿Le gusta la casa? Fíjese, todos los árboles del jardín son de mi mano.
No quedó un solo árbol en Caen.”


Esther Muntañola
Comiendo de una granada

Bartleby Editores


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