Mostrando entradas con la etiqueta Harpo libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Harpo libros. Mostrar todas las entradas

martes, 7 de agosto de 2018

UN FRAGMENTO DE MERIDIANOS DE TIERRA DE HASIER LARRETXEA




A la memoria de Seamus Heaney


Aprendieron a escribir con la dicción que cavaba la pala en la tierra de los antepasados que dormitaban en franjas; a la luz de la ventisca primaveral que ondeaba la ropa tendida como única bandera de una vida y su refugio. La escritura es la brecha que secundan la memoria de las polillas y los ladridos del perro sin adiestrar. La tierra, esa resistencia donde florece el almendro. Heredaron el sudor de quienes alzaron su mirada contra viento y tormenta. El empeño de aquellos que esquivaron la amenaza del forastero, que les hablaba en el idioma con el que estrujar la manera de esbozar cielo, manada, refugio. Se quedaron con el siseo de las palabras huérfanas y su tendencia a profanar el idioma ancestral con el que conjurar, a la luna llena, la eternidad y la plenitud de la cosecha. Ofrenda de santos. La escritura, esa despensa donde reposan las genealogías que no pudieron clarear la incertidumbre de las alcobas a la luz del horizonte lunar.


Hasier Larretxea
Meridianos de tierra

Harpo libros


domingo, 23 de julio de 2017

UN FRAGMENTO DE TUSCUMBIA DE LOLA NIETO







Era el cumpleaños de su hija. Se levantó, preparó el desayuno, la vio comer. Como todas las mañanas. Quizá para que no sospecharan. Quizá para no sospechar tampoco ella. Ella, la hija, años después, pensó eso, cuando se levantó y preparó el desayuno para que no sospecharan. Ese día, que no era el día de ningún cumpleaños, recostada en la cama y con algunos preparativos, sintió, conforme se aproximaba, que una savia lenta la recorría, un río que no era sangre, un líquido espeso y tibio, algo, lento, una expansión lenta la recorría. Sintió que su cuerpo se colmaba de un jarabe que apenas quemaba, un caldo, su cuerpo era una balsa caliente, un placer, un dolor, la savia de una planta desconocida. La reconciliación, quizá eso era. Por su madre, que ya no era su madre. Por su madre que era el dolor de las dos, ellas, un mismo dolor-cordón umbilical trenzándose poco a poco al corazón del mundo. La savia, o lo que aquello fuera, llegó al límite de su garganta y se escapó como un murmullo al principio, luego fue un lamento, un gemido, un berrido ronco y descomunal que desde su interior otra fuerza exhalaba. El horror y la compasión, quizá eso era.


Lola Nieto – Tuscumbia

edición harpo habla