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jueves, 10 de julio de 2025

UN POEMA DE TERESA SOTO DE UN POEMARIO

 





[MI ABUELA TIENE LAS MANOS EN EL MISMO

SITIO QUE YO]



Mi abuela tiene las manos en el mismo sitio que yo,

al final de los brazos.

Se las mira con calma.

Tienen algunas manchas y restos de tierra.


Su falda negra forma pliegues raros, diría que vegetales,

llegan casi a tocar el suelo.

Pienso que si lo tocasen tal vez germinarían.

¡Imaginad una corregüela de pliegues negros!


¡Pliegues vegetales! ¡negros pliegues!

¡tejidos de pliegues! ¡senderos plegados!

¡creciendo en todas partes! ¡pliegues!


Los pliegues de la falda negra son un final.

Dicen en su nueva forma de corregüela negra:

Aquí termina un luto”.


La falda se aleja del suelo unos centímetros.

El luto nunca toca la tierra.

Las manos de mi abuela sí la tocan.


Desde el final del brazo tocan la tierra,

la surcan, la remueven con todos los dedos,

con todas las manchas.


Aunque tengo las manos en el mismo sitio que mi abuela,

al final de los brazos;

no puedo tocar la tierra de la misma forma,

no puedo surcarla ni removerla.


Me temo que tampoco puedo colgarme un luto

y dejarlo a unos centímetros del suelo.

No podría hacer que se quedase ahí suspendido,

ni hacerlo callar.

Mi luto se escurriría quejumbroso

queriendo embadurnar el mundo

con la punta negra de su nariz.




Teresa Soto

Un poemario


Ediciones Rialp


sábado, 2 de abril de 2022

CINCO POEMAS DE NUDOS DE TERESA SOTO

 

 

 

 

Le construimos una vivienda al miedo:

de cien paredes sólidas,

de criadas silenciosas,

de suelos encerados

y techos robustos.

Él fue, entonces y ahora,

el único animal doméstico.

 

 

—————————————————

 

 

Cobijar el miedo,

como si fuese un exiliado,

un herido de guerra.

Sorprenderse después de que domine

todo.

 

 

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Al enflaquecimiento del tiempo

ir sembrando también lo flaco

y esperar una cosecha pobre.

Esos campos han de ser

fértiles —decimos. Lo somos —dicen—,

mas no por ello has de esperar que

lo saciemos todo, la boca del animal,

el aire, a los tuyos.

 

 

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De cada vértebra, relieve y pozo,

¿qué saco?

 

De cada costilla, línea y sembrado,

¿qué recojo?

 

En los relieves del cuerpo

cuentas de hueso y hueso,

esqueleto que creció con un fin:

sujetar este cuerpo,

hacerlo dolerse, también.

 

 

—————————————————

 

 

El miedo,

animal al que se le acaricia la cabeza

temiendo por la mano.

El miedo

que sube y trepa

ágil como un tallo

al calor del sol.

Es este un cultivo nuestro

lo abastecemos con buena tierra

y abundante agua.

 

 

 

Teresa Soto

Nudos

 

Arrebato libros


miércoles, 21 de julio de 2021

EROSIÓN EN PAISAJE DE TERESA SOTO

 

 

 

 

1

 

 

Quien no quiera despertar

que vuelva al letargo

de los moluscos

y se hunda en agua con sal,

que se ablande,

se vuelva tibio.

 

Que deje al que despierta

tener la consistencia de una roca,

el brillo del acero.

Que lo deje precipitarse

al murmullo de las calles,

ser fugitivo y rápido.

Caer por su propio peso.

 

 

2

 

 

Quien no quiera despertar al deseo

que agite su cuerpo entero

contra un molino de viento

y se haga aire,

que se haga de sus tendones arcos

y de sus rodillas, morteros.

 

 

3

 

 

Quien no quiera amar

que crezca clavos por dedos,

que haga de sus pies raíces,

de sus hombros, viga.

 

Pero que deje

a los amantes

el aliento almibarado

de la metamorfosis,

cuando un cuerpo y otro

desafían el límite de un torso,

la última línea de la espalda,

el grosor de las muñecas

 

               y

 

la posibilidad ensancha

los volúmenes y las formas.

 

Uno puede hacerse laurel

o toro

o lluvia, oro.

 

De lo que se enlaza eres hoy

aleación. Somos un metal en otro metal.

¿Cuánta tierra recorrimos para llegar

a hoy, ser uno en otra?

 

 

 

Teresa Soto

Erosión en paisaje

 

Vaso Roto Poesía


domingo, 17 de septiembre de 2017

UN POEMA DE CAÍDAS DE TERESA SOTO






¿Observaste, dime, el peso de la rama
cargada de frutos?,
¿la ubre repleta de alimento?
¿No es palpable, un dolor,
el crujir de la madera ya doblada
de esfuerzo, la fatiga del mamífero
con aquello a cuestas?

De esta misma densidad
es hoy la desdicha.

Sin tocarla,
su consistencia es gruesa.
Dolor quieto.



Teresa Soto – Caídas