¿Laicismo y espiritualidad
serían opuestos? Sergio del Molino da por sentado que sí, 51
pero la cuestión es algo más compleja. Se puede desarrollar
espiritualidades laicas (y, en particular, ecoespiritualidades
laicas, que es de lo que trata este microensayo).
La espiritualidad en
sentido laico tiene, en mi opinión, dos grandes componentes: primero
la vivencia de
conexión con todo (y
con el Todo) que acabamos de explorar, y en segundo lugar el
descentramiento del
ego. Presentaré
también alguna idea al respecto. 52
Ser un «yo» ―la
conciencia subjetiva de un ser interdependiente, ecodependiente,
finito, vulnerable y mortal―
es en principio bastante mal negocio: las ocasiones de sufrimiento
resultan innumerables. De ahí las innumerables tentativas de
distanciarse de ese estado o trascenderlo, desde las drogas
psicotrópicas 53 hasta las vías místicas. 54
Escribe Ernst Tugendhat que el anthropos, en cuanto ser que
delibera, puede tomar distancia de tres maneras. «La primera
consiste en tomar distancia de las sensaciones inmediatas en
consideración a fines y al futuro propio. Aprenden [los seres
humanos] a contraponer la perspectiva de lo bueno [según razones] a
lo que resulta más agradable o desagradable en la situación: a
darles importancia a los fines más que a sensaciones y al futuro más
que al presente. Aquí se toma distancia en vista de los propios
fines y luego del propio bienestar. La segunda consiste en tomar
distancia del propio bienestar, dándoles también importancia a
otros (o a otras cosas). La tercera consiste en tomar distancia de la
propia egocentricidad. En este caso, los que dicen 'yo' toman
conciencia de su pequeñez y la de sus preocupaciones en el conjunto
del universo.» 55
Yo no puedo dejar de ser el
centro de mi subjetividad, o mejor, no puedo vivir en el mundo sino
desde ésta (de igual manera que no puedo saltar en la plaza, a
mediodía, dejando atrás a mi sombra). Pero no tengo por qué
ordenar el universo en torno a esta subjetividad. No puedo dejar de
vivir egocentrado, pero esto no tiene por qué implicar ser
egocéntrico.
Puedo considerarme en el
mundo uno más de los «diez mil seres» de los que habla la
tradición china, relativizando la perspectiva egocéntrica. Puedo
desplazarme del centro al margen. «Distanciarse de sí mismo
significa tomar distancia no sólo del egoísmo, sino de la propia
egocentricidad. (…) Lo que aquí se quiere decir con sí mismo es
yo quiero: el aferrarse o apegarse a los objetos de la voluntad, que
es característico de la egocentricidad humana, comenzando por el no
poder zafarse del miedo a la muerte.» 56
51
Sergio del Molino, «Vivimos tiempos religiosos. La mirada se va
apagando», El País / Ideas, 31 de marzo de 2024
52
Recupero aquí un par de páginas de mi libro Autoconstrucción.
La transformación cultural que necesitamos. (Catarata, Madrid
2015)
53 Algunos antropólogos has
sugerido que es el deseo humano de conseguir un suministro estable de
alcohol ―y no de alimentos―
la razón por la que, en el Neolítico, cambiamos la recolección y
caza por la agricultura, y con ello comenzamos a dejar atrás el
«comunismo primitivo» y la vida nómada. Una consideración cabal
de las ecoespiritualidades ¿puede eludir tomarse en serio las
sustancias enteógenas? El libro de Michael Pollan Cómo cambiar
tu mente. Lo que la nueva ciencia de la psicodelias nos enseña sobre
la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la
trascendencia (Debate, Barcelona, 2020) sería buen punto de
partida. Enseguida volvemos sobre esta cuestión.
54 «El problema común que
solucionan [religión y mística] de forma opuesta es el problema de
la contingencia. Este problema surge directamente de un elemento de
la estructura antropológica fundamental: del hecho de que la
voluntad humana se relaciona con el futuro, razón por la cual,
primero, se dirige a fines, y segundo, siempre está conectada con
deseos en sentido estrecho, es decir, con lo apetecido cuya
realización no depende de uno mismo. En los otros animales, no se
da una cosa ni la otra.
Por el hecho de dirigirse
a fines, la voluntad humana se encuentra siempre es una tensión
entre éxito y fracaso, y esta tensión implica (1) que los seres
humanos tienen que esforzarse, y (2) que saben que el éxito no
depende solo de ellos. Por lo tanto, mucho más que cualquier objeto
determinado, lo que esencialmente caracteriza a la voluntad humana
es la conciencia de la radical insuficiencia de la propia capacidad
de acción para hacer realidad no sólo ciertas esperanzas, sino
metas muy elementales: la vida, la salud, la alimentación, estar
con otros. Los seres humanos anticipan como posibles las desgracias
con que animales de otras especies tan sólo se enfrentan cuando
tienen lugar (…), temen siempre frustraciones y desgracias. Ante
todo, por supuesto, la muerte: la propia y la de quienes están
cerca.
En la historia de la
humanidad se han emprendido dos caminos para calmar el dolor que
supone este estado: justamente los caminos de la religión y de la
mística. El camino místico consiste en relativizar o incluso negar
la importancia que tienen para uno los propios deseos. Se trata,
pues, de trasformar la comprensión de sí mismo. El camino
religioso, en cambio, consiste en dejar los deseos como están y, en
lugar de transformarlos, realizar una transformación del mundo
mediante una proyección de deseos: el poder [numinoso] que envuelve
a los humanos es condensado en seres discretos de cuya actuación
puede uno imaginarse que dependen la suerte y la desgracia propias,
seres vistos como poderes sobre los que se puede ejercer
influencia.» Ernst Tugendhat, Egocentricidad y mística, Gedisa,
Barcelona 2004, p. 136-137.
55 Ernst
Tugendhat, Egocentricidad y mística, op. cit., p. 46
56 Ernst
Tugendhat, Egocentricidad y mística, op. cit., p. 120
Jorge Riechmann
Ecoespiritualidad
para laicos
Cuaderno de apuntes
El Desvelo
Ediciones