domingo, 26 de noviembre de 2017

PRESENTACIÓN EN LA VORÁGINE DE SANTANDER




día

30 de noviembre (jueves)


HORA

7:30 Pm - 9:30 Pm

LOCALIZACIÓN

La Vorágine / Cultura Crítica 

Calle Cisneros, 15 Santander 39012


DETALLE

Las personas que han sentido la Surada Poética los conocen y saben que Ibon Zubiela y Pablo Müller son dos grandes poetas que residen en dos buenos seres humanos. Dos poetas que resisten al divismo y a las renuncias, que rehuyen la indolencia como agitan la conciencia.
Regresan, ahora juntos, a La Vorágine. Ibon Zubiela Martin presenta Kontzientzia ustea – Presunción de conciencia’ (Amargord Ediciones) y Pablo Müller trae su Cuaderno de las Tareas Extraordinarias (Fortiori Editorial). Un encuentro cercano, lleno de fuerza y ternura.

martes, 21 de noviembre de 2017

ANTOLOGÍA INCOMPLETA DE LA POESÍA EXPERIMENTAL ESPAÑOLA





Algunos muertos entonces resucitaban en el ataúd y mi hermano Alfredo era amigo de los lagartos, uñas, garfios clavados en la madera y retorcidos sus cuerpos los encontraban, huy los rojos, mis primos siempre bebieron leche en vez de agua, engañándome en verano, en el calor del campo, en la siesta, echándomelos y yo asustada, sudando, y habla entonces un pueblo entero todo oscuro de brujas, mi padre tenía una capa, un caballo que le robaron la noche aquellas mujeres brujas, nueve hijos, nueve hermanos, y hubo uno que despertó con hambre y gritaba morcilla, siempre de luto

hijo mío
sumisa, buena
un cuento
cómete esa manzana ahora es un gallo
el pozo estaba al lado del limonero
cómete esta naranja es ahora otro gallo
un cuento
y le arañaba el pecho porque en él se los escondía a mi padre, murió mi hermano pequeño al que yo amaba tanto (fiebres de entonces), una hermana tan buena a la que yo quise tanto (gripe de entonces), las brujas, cuestas de piedra, sudando, Alfredo, el culo, yo también tuve risa cuando fui una niña, el luto, el susto, Rafael el hermano mayor el que no tuvo hijos,

un muerto entrando en su casa hambriento y resucitado
un cuento
Fernanda, ¿dónde están las galletas para el niño?
un cuento.
Pero la mayoría de los muertos resucitaban dentro del ataúd,
y sus gritos no se escuchaban,
y de noche era terrible el miedo

Astenái
carne aplastada y siniestra hundiéndose en la oscuridad, ojos llenos de espanto en la oscuridad, me falta ahora la respiración, el aire,
este tonel de barro al lado del limonero es ahora un caballo
corre corre
el gorro de la falange
un casco
Astenái
toma la espada, tengo miedo, el pozo, no me dobles la
muerte Dios mío,
sálvame de la oscuridad
un cuento
otro cuento
el niño parece que tiene fiebre, Fernanda
una manzana, una naranja, unos confites, la bufanda porque es invierno
mis padres,
han llegado de misa.
¿Pero no fue la infancia época de claridad?
Astenái, ya viejo, está sentado en el suelo. Con una rama de olivo subraya el círculo dibujado en la tierra. Su mirada se pierde en el horizonte
de perfil
(una noche vino a llevarme Drácula)
su cabello largo cano
la trenza sigue adornando su lazo izquierdo
(de claridad)
de frente
su rostro se ha transformado en león, me ruge:
¿Por qué me asustó aquel día mi padre con el cinturón?
¿Por qué insultaban algunos niños en la calle?
¿Quién me arrancó mi mano pegada al tendido eléctrico?
¿Por qué mi madre me dijo (de broma) que a lo mejor no era mi madre?
Y mi tío Antonio me paseaba en caballo por los alrededores y él me subía a las máquinas de trenes, el cáncer, un hombre, que era tan bueno como mi padre, tu abuelo, yo una muchacha alegre y tu padre que era entonces de sal,
su corazón,
su miedo,
siempre de luto,
hijo mío
una manzana
un cuento
una naranja
otro cuento.
Astenái, Astenái, poeta:
Estos años también he vivido el simbolismo de la sociedad.
Hoy he contemplado toda la ferocidad en su boca.


Luciano Feira – en Poesía experimental española . Antología incompleta

Calambur Poesía









domingo, 19 de noviembre de 2017

LA PERSISTENCIA UN POEMA DE ANTONIO CRESPO MASSIEU DE OBSTINADA MEMORIA






La persistencia
(Maternidad en Elne)

Como si quedara adherido a los objetos
algo del enigma del bien
bañando con una luz antigua
este lugar y los ojos que contemplan
la serena belleza que aquí habita,
rescoldo de gestos que aún viven.

Como si lo aquí sucedido
(la nobleza, las risas
el solícito cuidado),
lo aquí nacido, ocultado,
lo salvado,
volviera siempre en paredes,
en rojo ladrillo, en tiempo
detenido y fuera jardín, unos columpios,
una verde, dilatada llanura
y se hiciera escalera y ascendiera al alto torreón,
a claridad de cristal y ropa tendida
y viera un horizonte abierto a la esperanza,
una sencilla e inabarcable belleza.

Como si una mujer de nuevo cansada
escalara sombras, desprecio,
negando campos, persecuciones,
como si este espacio ahuyentara
por siempre el hedor del mal,
lo sucedido y lo venidero.

En esta pajarera de cristal,
jaula de luz donde se contempla
el Rosellón, el cercano pueblo, su catedral,
el lejano Canigó, los montes de una patria
inalcanzable. Aquí en lo alto de este torreón,
este castillo encantado hecho de esfuerzo,
tenaz resistencia, una obstinación de luz,
un coraje día a día repetido, hecho blancura,
acogimiento, donde una mujer mira el paisaje
y libre vuela entre cristales, en lo más alto
de la esperanza y anida sus sueños en el mañana.

Ahora asciendo, llevo su ropa,
sus risas, entro en los tibios cuartos,
oigo los gritos, los llantos recién nacidos,
los juegos, las canciones de nuevo cantadas
(qué música de barrio o verbena o infancia)
acompaño su torpe caligrafía, las postales
de una Navidad de mujeres barbudas como reyes,
mínimos juguetes y un baile improvisado
con canciones que lo mismo dicen en muchas lenguas,
con ellas entro en las salas, los limpios cuartos
que son gotas de nostalgia bautizados con nombres
de un regreso imposible: Madrid, Barcelona, ciudades,
pueblos dejados atrás, las sílabas de lo vivido.
Cuartos para lavar, para dormir, para coser,
para parir, para cantar, para contar, cuartos nombrados
como niños que corrieran libres por las calles de la infancia.

Salvada de la arena del espanto,
de las playas del viento y el frío, de las barracas,
Pepita llamaron a la niña primera aquí nacida
y luego tantos otros nombres
acunados por una terca camaradería
de madres trenzando el futuro.
Así llegaron como a un mundo donde hubiera espacio,
a un tiempo que pudiera pertenecerles.
Y como si fuera hijo oculto de un exilio,
sin raza, sin patria, como si volviera a la tierra
ingrata que le expulsó,  le llamaron Antonio,
y dieron un nombre gentil como cristiano
o sólo derrotado: tú, niño judío
que cobijaron con el engaño de otra lengua
otros niños o niñas confundidos con la luz.

Y todo,
cada gesto mínimo,
cada niña recién nacida,
cada juego, cada risa,
todo permanece,
como si este palacete de blanco y rojo ladrillo,
de escalinatas que ascienden a una azotea
de luz y cristal o bajan a un sótano con acuarelas,
como si esta casa
nos cobijara en el regreso del tiempo
y fuera aún habitada y envolviera
un temblor donde los justos permanecen.

Contemplas
verdad y belleza,
vives el misterio de la bondad:
mujeres hilando, amamantando,
tejiendo risas, acunando lo recién
nacido, lo ahora y siempre salvado.
Este hermoso palacio, esta inmensa llanura,
este azul, este jardín de juegos,
esta azotea donde el tiempo precipita
un vértigo de suave descenso a lo cálido,
lo húmedo, lo recién lavado, cortado,
lo que fue nombrado en las sombras
y permanece.

Para que contemples
la bondad y la belleza,
el misterio de su persistencia.



Antonio Crespo Massieu – Obstinada memoria

Amargord Ediciones – Colección once







miércoles, 15 de noviembre de 2017

PRESENTACIÓN EN BILBAO DE DIARIO DE CESIONES DE PACO GÓMEZ NADAL



"Cuando Paco escribe el mundo se hace más grande. Tiene esa extraña capacidad de sacudirnos, agitarnos y hacernos crecer y mirar. Sobre todo mirar."

Alberto Santamaría





domingo, 12 de noviembre de 2017

CUATRO POEMAS DE DIARIO DE CESIONES DE PACO GÓMEZ NADAL





Punto de arranque


No hay excusas
para seguir latiendo
como si dentro,
en la hueca cavidad
de nuestros fracasos,
siguiéramos teniendo un
corazón o
al menos
una o dos mentiras
para seguir
creyendo




que lo tenemos.



Normalidad


Hay días normales...
días en los que llueve,
el ceviche sabe a pescado,
el agua no tiene burbujas,
y
un padre cumple años
que,
a veces,
olvida.
Días en los que
las puertas cerradas no ajustan,
un niño sueña con ser ciclista
y las escuelas están abiertas
para cerrar anhelos.
En días normales, como hoy,
las ranas se alían con el silencio
y un viejo amigo puede ser
la voz más joven de la galaxia.
En días normales, como hoy,
pasan cosas excepcionales.
Hoy mi abuela ya no está sola acompañándome.
Hoy estoy
más solo y
más acompañado
que nunca.
En días como hoy
ni una de tus cenizas podrá calmar
esta sed de tenerte
cerca;
ni uno de los rones
que llenarán este vacío cósmico
podrá aliviar tus labios cuarteados
de las últimas y suaves horas
de tu aliento.




Diario de Cesiones



Domingo.

Los días de guardar suelo ceder lo escondido: una sonrisa sin razón, quizá; una flor recogida al salir del trabajo; un puñado de piedras que nunca tuvieron un destino.





Misiva (casi) dramática de unos nadie al borde de la esperanza


Os observamos cuando nos ignoráis, lo que nos da mucho tiempo porque la mayoría del tiempo no somos más que nadie para vosotros. Y, al veros, dudamos de la limpieza de vuestros anhelos y de la pureza de las aguas en las que soléis ahogaros.
Os vemos arañar las paredes de vuestros hogares. No hay remanso en el confinamiento del tener. Tenéis trabajos, tenéis vivienda, tenéis un carnet de identidad, tenéis que cumplir las leyes que otros dictaron para vosotros, tenéis el obsesivo deseo de tener. Por experiencia propia, sabemos que para escapar de la jaula el primer paso es renunciar a ese verbo que usurpa, extirpa, extrae, acumula, carcome, inhibe, rompe, castra y reduce vuestro ser (humano). Tener obliga, ser nos lleva a un sano espacio de incertidumbre donde lo placentero no está asegurado pero donde lo postrero siempre es posible.
Nosotros, los nadie, este ejército harapiento sin armas, provistos del don de la duda y de la capacidad del funambulismo en las cloacas del capitalismo castrante, os invitamos a dejar las ventanas abiertas, a botar todos los juegos de llaves que conllevan los miedos, a quitaros los zapatos y perderle el miedo al tacto del fondo de los ríos, a no volver al puesto de trabajo si no es para llenarlo de matas de papaya y huevos de pelícanos, a sacar a vuestras hijas e hijos de los campos de concentración que llamáis escuelas, a intercambiar abrazos por comida, comida por conversas y noches de luna preñada por canciones que hablen de reinos sin reyes y de hadas sin madrinas.
Nosotras, nosotros que somos nadie porque así nos llamaron y porque así nos sentimos, sabemos que la nada es el país de la cucaña, el áspero rincón donde no hay promesas, la olorosa fragua donde martillear nuestras almas de algodón rozado, la manigua cargada de agua, orquídeas y plantas venenosas. La nada no os entrega nada, pero no os quita la esencia. La nada no os promete un océano de melcocha pero os permite nadar sin cargas en los mares que otros desconocen.
Os animamos a dejar de ser alguien, a destruir todo rastro de vosotros mismos para comenzar a ser vosotros mismos, a desaparecer de las calles atestadas de neones y buscar las trochas que se bifurcan. Para ser no hay mapas ni brújulas, para dejar de ser no hay leyes ni hipotecas. Los nadie os esperamos en la luna oculta de ese sol que os deslumbra.


Paco Gómez Nadal - Diario de Cesiones

Amargord Ediciones







viernes, 10 de noviembre de 2017

LAS DIOSAS DE LA ANTIGÜEDAD NO AFECTAN LA PRISA QUE TIENE






LAS DIOSAS DE LA ANTIGÜEDAD NO AFECTAN LA PRISA QUE TIENE


Cuánto detestas el vestido transparente
de la poetisa ahora que las manadas
ya no tienen dueño y se escapan
de las aguas todos los crustáceos
y destino es tomar un lápiz
anotar en la roca una serie
de composiciones para que no
desaparezca el recuerdo de lo hermoso.
Y me acuerdo de cuando
lo anotaba, en el cuarto de estar
acababa de hacer el amor, de mis dedos
salían pequeñas corrientes eléctricas
que movilizaban lo innombrable.
Eso fue ayer, atravesando la calle.


Concha García – Las proximidades

Calambur poesía

miércoles, 8 de noviembre de 2017

SUJETO Y PREDICADO UN POEMA DE ANA MARTÍNEZ MONGAY







SUJETO Y PREDICADO


Las palabras son hirientes
o sanadoras,
nunca neutras.

Se quedan ahí,
escondidas
en los resquicios.

Llegan tarde
y se van muy temprano,
a la misma hora.

Las más conocidas,
por familiares,
permanecen dormidas
y despiertan
cuando ya
no las esperas.

Sujeto y predicado.



Ana Martínez Mongay – de la levedad

Los libros del gato negro



miércoles, 1 de noviembre de 2017

TRES POEMAS DE HOMBRES QUE CANTAN NANAS AL AMANECER Y COMEN CEBOLLA DE SARA HERRERA PERALTA







UNA MUJER CON FLORES EN LA BOCA


Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.

Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.

Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:

él destruyó su casa.

Mientras ella teñía sus ropas 
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.

Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca y,
para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,

se metió un manojo de flores
en la boca.

Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.

Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.

Mujer traga pasado pájaro.

Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.



HERENCIAS


Tuve una bisabuela ciega.

Era una bisabuela que no sabía francés
y que con corcho imaginaba la nieve
para que yo me adelantara, petite fille,
al color del dolor y del invierno
cuando la soledad te raspa los tobillos.

Luego me contaron que tampoco ella se casó
con el hombre que iba a buscarle a su ventana.

Maldigo la herencia de las mujeres tristes



NO DEBERÍAS NUNCA PASARTE
MÁS DE VEINTE MINUTOS
FRENTE A LA PUERTA DE SALIDAS
DE UN AEROPUERTO


Si tu corazón te late
no deberías nunca pasarte más de veinte minutos
frente a la puerta de salidas de un aeropuerto.

La muerte tenía la carcajada de un payaso.
Mi abuelo contemplaba desde la tierra los aviones,
alzando sus manos para tapar al sol,
las mismas manos con las que aró la tierra.

Mi abuelo se encogía
cada vez que un avión sobrevolaba el pueblo
de la memoria, entera, la memoria.

Todos le lloramos ahora como llora un sauce.

Mi abuelo sospechaba de los aviones.

Las puertas de salida de los aeropuertos
me recuerdan siempre a mi abuelo y a sus manos,
el mismo desconsuelo negro e inevitable.



Sara Herrera Peralta – Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla.

La Bella Varsovia / Poesía