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lunes, 21 de octubre de 2019

SANGRE, PAN Y POESÍA DE ADRIENNE RICH




Escribo con pleno conocimiento de que la mayoría de los analfabetos del mundo son mujeres, de que vivo en un país tecnológicamente avanzado donde el 40% de la gente apenas puede leer y el 20 por ciento son analfabetos funcionales. Creo que estos hechos tienen una relación directa con las fragmentaciones que yo misma sufro y que es un asunto que concierne a todos. Porque puedo escribir -y pienso en todas las formas en que se ha impedido escribir a las mujeres-, porque mis palabras se leen y se toman en serio, porque considero mi trabajo como parte de algo más grande que mi propia vida o la historia de la literatura, siento la responsabilidad de seguir buscando maestros y maestras que me ayuden a ampliar y a profundizar las fuentes y a examinar el ego que habla en mis poemas; no por “corrección” política, sino por ignorancia, solipsismo, pereza, deshonestidad, o por escribir de manera automática.



A finales de los años sesenta y principio de los setenta, muchas feministas estadounidenses, incluida yo misma, proclamaron su frustración y desilusión con la Izquierda Marxista, que parecía incapaz de reconocer y hablar de la opresión de las mujeres por el hecho de serlo. Insistíamos en que nuestras cadenas no eran sólo económicas, sino mentales, inmersas en esa esfera doméstica o “privada” en la que hombres de todas las clases dominaban a las mujeres. Creo que teníamos razón: no podemos tomar en serio ninguna ideología que reduzca a las mujeres a ser simplemente miembros de la clase trabajadora o de la burguesía, que no reconozca lo importante que debe ser el feminismo en el proceso revolucionario. Pero, de la misma forma, en la pasada década, las “feministas radicales”, las “feministas socialistas”, las “feministas lesbianas”, fueron tirando unas de otras, ampliando los puntos de vista entre sí, escuchándose con atención y aprendiendo de las demás más de lo que con frecuencia admitimos. Las mujeres de color han sido frecuentemente el catalizador de esos contactos y los principales exponentes de una conciencia en evolución.



Adrienne Rich

Sangre, pan y poesía
Prosa escogida 1979 - 1985


Introducción y traducción de María Soledad Sánchez Gómez

Icaria Editorial


jueves, 20 de diciembre de 2018

LEGADO OXIDADO UN POEMA ADRIENNE RICH




LEGADO OXIDADO


Imagina una ciudad donde nada
se perdona tus actos se adhieren
como una cicatriz, un tatuaje pero casi todo
se olvida ciervo aplastado al saltar en una carretera en busca de comida
la razón exacta para afeitar la cabeza a la chica confusa
los niños que maltratan ranas
una ciudad hambrienta de recuerdos pero absorta en recompensas
Imagina la arquitectura el gobierno
a los hombres y las mujeres en el poder
dime si no es cierto que todavía
vives en esa ciudad

Imagina una ciudad dividida divorciada de sus colinas
donde templos y telescopios solían explorar los tormentosos códices
una ciudad que tantea a través de la niebla
espesura y alambre retorcido
en la dialéctica aterciopelada de la noche
cloacas que también son ríos
acuíferos no catalogados del arte la fuente
abierta de golpe en los jardines municipales que no se cierran de noche
Manoseo las cuentas de vidrio que enfilé y me puse
bajo los pinos mientras las detenciones continuaban
(ensartadas del cuello a la ingle quise salvar lo que pudiera)

Trajeron bandejas con vasitos de agua fría
al oscuro parque un último gesto del pueblo
antes de que los pueblos fueran desagarrados.
Intentaban salvar lo que pudieran
dime si no es ésta la misma ciudad.

Me he obligado a volver como una hija
llamada a poner en orden la casa de su madre
sus manos necesitan guantes horribles para tocar
las medicinas la enfermedad envuelta en esa ropa blanca
Consumada criminal he sido pero
¿puedo consumar justicia aquí? ¿Rasgar las viejas sábanas de boda
para hacer trapos del polvo? Hija desleal
como una piedra pero con agua por sus pliegues
Dejad al agua ser agua dejad a la piedra ser piedra
Dime si es ésta la misma ciudad.

Esta yo ¿debe, debe yacer con una costra de óxido
atiborrada de memoria en un lugar
de pequeñas anécdotas sin que quede nadie
para ir reuniendo la historia completa de la disidencia?
Se oxidan sus manos y hombros piedra sus labios
sin embargo gotean desde las cuencas de sus manos lágrimas
¿por una persona sólo? cada una tiene una ciudad enquistada.

1997


Adrienne Rich
Poemas (1963-2000)

Prólogo, traducción y notas de María Soledad Sánchez Gómez

Editorial Renacimiento