viernes, 31 de julio de 2020

OFICIOS UN POEMA DE NOVEDADES: AYER POSIBLE ANTOLOGÍA 2008-2019 DE ELENA ROMÁN


 

 

 

Oficios

 

 

 

Alguien se topa con el vacío, suspira y concibe un sendero.

El origen de los caminos es húmedo, y a falta de alquitrán,

alguien los pavimenta con quintales de arenas movedizas

hambrientas de hormigas y otras densidades de la noche

para oscurecer, granulándolo, el camino, fresco aún.

Pero entonces alguien que también colorea calabazas

puntea el camino con guiones pisados, cortos y largos.

Los criadores de formas metálicas exponen sus piezas

a través de un camino que empieza a parecer un cuento.

Alguien atornilla los pies subterráneos del camino

a las manos de los factible, limitando voluntades.

Y yo, con mi destornillador de siempre, deshago la presión,

aflojo los tornillos un cuarto de vuelta, algo muy leve, lo justo

para que el camino funcione correctamente y a la vez permita

cambiar la ruta a alguien que, en algún momento, advierte

que ese camino no es el suyo, que no debe seguir en él.

Después de mí, el camino está listo para recorrerlo;

espero un poco para ver quien lo transita,

saber quién es ahora, quién, la primera persona.

Me vuelvo a casa, estoy cansado, ya lo he visto:

el último camino fue estrenado por un ratón de campo.

 

 

 

Elena Román

Novedades: ayer

Posible antología 2008 – 2019

 

Ediciones Liliputienses


jueves, 30 de julio de 2020

TRES POEMAS DE BESTIARIO DE VIRGINIA NAVALÓN


 

 

 

Las ramas estiran su madera.

Aspiran a aspirar

el secreto del cielo.

 

Imantados

por el mismo misterio

suben los pájaros hasta esa cota

en la que no hay oxígeno posible

para la curiosidad.

 

Nosotros tenemos la creencia

de que la muerte no es alta,

de que tiene la estatura precisa

de nuestra hondura.

 

 

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Hay que flotar,

resistir esta inercia

que hunde,

sacar de la vorágine

al menos

la cresta de la lucidez.

 

Pero lo único

que siempre flota

es lo muerto.

 

 

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Has de saber que acurrucada

no conocerás el sabor a hierro

de los labios pinchados por la rosa,

ni el ardor contra el muro

del instinto carnívoro.

 

Ni el olor a orfandad

de la patria del pájaro.

 

Has de darte

y [de tenerte]

 

 

 

Virginia Navalón

Bestiario

 

Pre-textos


miércoles, 29 de julio de 2020

LA PLAYA DE LOS HABITANTES DEL PANORAMA DE MARÍA ELOY-GARCÍA


 

 

 

LA PLAYA

 

Los hombres de vacaciones en agosto dantesco arrastran las pertenencias por la arena: bigote abajo, una gota va resbalando hasta la piedra con la que hincan la sombrilla de bebida refrescante con la fruición de un armstrong en luna. Se yerguen sobre sus chanclas y miran al horizonte lleno de otros colonos obesos de medio pelo, antes bizarros toscos con ligas santas y pendones altos, ahora la patria se lucha en el espacio confort delante del merendero con la misma seguridad de una contrarreforma. Ay, agosto satírico, como dudas entonces de tu intención de hacerte octubre laboral. Hierve de gente un verano abarrotado con museos que expectoran cartón pluma, la ruta denominación de origen, abrevaderos de diseño, el día del melocotón en un pueblo blanco señalado por las redes, el restaurante con hipercomunión: todos avisados, todos expectantes para no perderse nada. El dolor de hombro del porteador estival a la vuelta de la playa es comparable, por un segundo, al de la vuelta de un juandeaustria, arcabuz en ristre, reguero de galeras destrozadas. Dolor vacacional, la soledad vespertina del bedandbreakfast, y vuelven a ocuparse del resto de arena entre los dedos. No saben que es el infierno y mantienen la esperanza, aligeran a la Beatriz de lo libidinoso, perrean por los círculos y esperan su turno en el castigo, felices, por el parque temático que creaste.

 

 

 

María Eloy-García

Los habitantes del panorama

 

Arrebato libros


martes, 28 de julio de 2020

CUATRO POEMAS DE LOS DÍAS HUÉRFANOS DE MAGDALENA TIRADO


 

 

 

vivir una vez más, en otro sitio. la aventura de partir y llegar. cuando en los suburbios solo quedan fábricas desmanteladas, escuelas sin niños que escriban las pizarras y cines al aire libre vacíos, vuelvo al silencio del invierno. a la música / en el goteo / del bosque.

 

 

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la brecha que me abre dejaría de buscar el placer. me despediría del ruido, del humo de los cargueros, de las figuras apáticas que mueven las cabezas en las ventanas.

 

si los perros dejaran de sacudirse y enmudeciera este chocar de aspas en los huesos, quizá pudiera derivar la línea recta, el vuelo del pájaro, ver la última vibración en los círculos concéntricos del agua y elevarme como un papel quemado que escapa de la hoguera. aunque no sepa luego qué hacer con tanta luz.

 

 

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tengo los dedos agotados de morir cada noche a los campos y nacer de nuevo en las espigas. y no puedo renunciar a la tierra, al barro de los charcos, a la luz que me dice y al silencio que me borra.

 

 

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en la sintaxis del cielo, la tarde se mueve en los aviones que firman el azul. también en las viñas, olvidados ya los brotes del principio, redondea el vino en las uvas. y aquel lagarto, pleno de tantos soles que huye nervioso cuando le sobrevuela la sombra del mirlo. todo, hasta la hoja del limonero que cae, quizás no sea más que un orden desandado.

 

 

 

Magdalena Tirado

Los días huérfanos

 

Amargord Ediciones


lunes, 27 de julio de 2020

TRES POEMAS DE MAMÍFERO EN EXTINCIÓN DE ÁNGEL CALLE COLLADO


 

 

 

Ecología política

 

 

 

¿Qué apagaremos antes?

¿La escueta incubadora o el aire acondicionado

de los anchos retretes de un centro comercial?

¿La voz de un niño sin derecho a agua potable

o el grifo enfermo de la planta embotelladora?

¿El mercado de semillas de una aldea de Brasil o Extremadura

o la bocanada de metralla de financia una compañía petrolera?

¿La luz de nuestras mesillas

o la oscuridad de nuestros silencios?

¿El viento verde

o el ocre epitáfico de una abrasadora tormenta lunar?

 

Y sobre todo ¿a quién apagaremos antes?

¿A quien desea vivir cultivando una gran casa

o a quien siembra horcas en cada uno de nuestros hogares

 

 

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Otra poesía es vivenciable

 

 

 

Los mamíferos se llenaron de sílabas centrifugadas

y la poesía sufrió un holocausto de hechos

de butacas y de columnas bienaventuradas y rígidas

como un lujoso paso de cebra o un código de barras

 

Estamos intentando escribir lejos de los árboles metalizados

lejos paisajes sin democracia posible de las tiendas donde ahora venden jarabes de éxito

mordiéndonos la sangre de cada metáfora pero no la dignidad

lejos de los coches de choque en que se montan literatos y literatas

para golpear prójimos y seguir suspirando por una ficha más

 

No hay seguridad de éxito, hay posibilidad de vivencias

de volver a ser animales heridos por la vida de otros y otras

por nuestras lunas que dejamos de lamernos como especie

por los encuentros erróneos que redujimos a una rima de cava embotellado

 

No hay extinción posible para la poesía

pero es necesario hundir los portaaviones marca Noé

y hacerse un poquito más náufragos

 

 

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Masculinidades y porvenir

 

 

 

Dicen los expertos que hay más juegos de guerra entre los jóvenes

y sin embargo son mejor avenidos, menos peleas de bar, menos voces

dentro y fuera de su circo de conciertos

 

sería entonces la extinción de una reprobación de estandartes

que otras generaciones hemos deseado relucir en nuestros pechos

negociados a la vez que impuestos:

menos ilusiones de guerra, pero más hambre de prisioneros

 

tiemblan más los pantalones desenfadados

se permiten la igualdad en medio de la publicidad dental de sus rostros

acaso estén naciendo a un corazón que desborda los sexos

 

pero en estas guerras, uno más uno no son ni dos

ni la suma lineal de elementos que se desconocen

uno más uno son también el uno contra los demás

las sábanas que insisten en asfixiar temblorosos hogares y señalados cuerpos

la pulcritud jerárquica de nuevas iglesias transparentes y franquiciadas

 

las trincheras fratricidas obligadas a defender por los hijos de los más pobres

el cambio climático como suicidio colectivo a fuego lento

que se distribuye por los rostros de crédito impagable:

y códigos postales que carecen de calles para ricos

vacías como peatones con mercancías

 

ya veremos qué generaciones mastica la civilización que hemos levantado

sobre un viejo cementerio

que guarda su feo acento pero no esconde su aliento

 

 

 

Ángel Calle Collado

Mamífero en extinción

 

Huerga & Fierro editores


domingo, 26 de julio de 2020

TRES POEMAS DE LA VIDA EN LOS RAMAJES DE OLALLA CASTRO HERNÁNDEZ


 

 

 

EL CAMISÓN DE EMILY DICKINSON

 

«Las obligaciones del viento son pocas»

E.D.

 

A la luz, el algodón recién planchado,

blanca sarta de hilos

que ligeramente despuntan

al llegar al tobillo.

Al trasluz, los muslos también blancos,

carne blanda que no ha sido anfitriona.

Lejos el negro vestido de las fotos,

el solemne luto de cuello almidonado,

los cabellos negros, recogidos.

En la casa, el silencio.

Los pies descalzos

—cerciorándose antes

de que no queda rastro

alguno de visitas—,

traspasan el rellano.

Lejos queda la habitación-guarida,

la vida de fantasma

entre cadáveres que sólo parlotean.

Sola,

ebria de blanco, de algodón,

de luz, de blanda carne,

con los cabellos sueltos y enredados,

Emily abraza la corteza del árbol.

Paseando los dedos por la hierba,

atraviesa aprisa la colina,

hasta llegar al campo de amapolas.

Y se deja caer, extendidos los brazos.

De vuelta a casa,

con la blancura manchada

de barro, de hierba, de amapolas,

las manos de viento,

el cuerpo de viento,

la risa más viento todavía.

Y la libertad,

con su collar de espinas,

se arrastra otra vez hasta la alcoba.

 

 

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HOMERO MINTIÓ

 

 

 

No era a tejer y a destejer esperas

a lo que dedicaba Penélope las noches.

Dormían sus pretendientes esperando,

ávidos, ver al fin la mortaja de Laertes,

mientras ella inventaba sus propias odiseas.

Leía pergaminos

traídos por mar que habitan las sirenas

aprendía uno a uno

los acordes-escudo de sus cantos.

Penélope a salvo

de la mirada de ellos,

el bozal en suspenso,

distendida la soga,

deseaba que el viaje durase para siempre.

No era a tejer y a destejer esperas

a lo que dedicaba Penélope las noches.

Ella jamás pensó que Ulises

al fin,

regresaría.

 

 

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COMO VIRGINIA WOOLF

 

 

 

Quiero escribir dos breves notas a las doce

y hundir mi cabeza bajo el agua.

Que sean, flotando, los cabellos

negras algas que lentamente bailen.

Llenar de guijarros los bolsillos

y caminar buscando lo profundo,

sin piedad por aquéllos que se quedan.

Quiero hundir mi cabeza bajo el agua,

los ojos abiertos y redondos:

dos peces verdes que naden sin moverse.

Que sean mis últimas palabras

delicadas burbujas sin sonido.

Y dejar sólo un eco

de ondas sobre el río

que apenas pueda verse.

Y dejar sólo un eco

de ondas sobre el río

que no se apague nunca.

 

 

 

Olalla Castro Hernández

La vida en los ramajes

 

Devenir