jueves, 11 de noviembre de 2021

COMIENZO DE UNA SEMILLA DE ENRIQUE CABEZÓN

 


 

 

 

   Esta historia comienza con la silueta de unos hombres desdibujados en la niebla, disueltos y emborronados por el denso vapor que se levanta a primera hora en un bosque espeso. A sus pies hay otro hombre, está muerto, yace estático como la corteza arrancada al tronco de un árbol. Amputada. Rota. Agachada frente a una fronda de helechos,  una  de  las  sombras  introduce en  la  boca   del  cadáver    —apenas una carcasa vacía, poco más que un globo deshinchado—, algo minúsculo y aparentemente inútil; nosotros sabemos que es una semilla. Después, los demás lo ayudan a enterrar en la turba parda al difunto con el respeto y la solemnidad de un ritual antiguo. Se oye algún murmullo, palabras que la distancia no nos deja comprender, pero suenan musicales como una oración y acentúan todavía más el ambiente ceremonial y grave que carga la escena.

   Tierra a la tierra.

   Nada más.

   Alrededor de ellos hay una veintena de árboles jóvenes que tiemblan con las embestidas con las que el viento los abofetea. Es pronto, sucede en las horas de madrugada en las que el mundo, antes de arrancar, se desentumece y lucha contra su pereza en esa especie de insomnio que es el estado de vigilia.

 

 

 

Una semilla

Enrique Cabezón

 

Los libros del gato negro


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