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Por Papamanila - Fotografía propia, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9469068 |
BAJO LA PROTECCIÓN DE LA OSCURIDAD
¿Recuerdas? Hacía un día precioso en el parque.
Tenía la noche libre, y la hora empezó contigo
diciendo hola como un héroe en una película que no habíamos visto.
Pensé
cómo continuaré charlando
cuando esto está aquí, en carne y hueso,
esta música.
(la música llena el espacio)
Después de esa temporada, nos encontramos en el bosque otra vez
en la esquina de la tienda coreana, donde están las flores.
La noche no era joven, pero
el tiempo nunca lo es.
Ama todo lo que quieras, la historia aún
prevalece con su show horrible.
Este año, deberíamos citarnos para un beso.
Ancestros, las influencias se publican a paso lento
aunque pronto todo estará hecho en China,
donde la industria es un romance.
Las modas remotas nacen, penetran
y se parecen unas a otras, pero quién dice ¿qué es lo que se olvida?
Los relojes polvorientos, sacados de algún guion,
doblados como armas, disparan sus rayos, miles mueren.
Trocamos estos cromosomas por aquellos, sabemos
que se recuperan tan fácilmente de lo que los enferma―
condensados dentro de los patrones occidentales:
una mujer y un hombre a
diferentes velocidades.
Y se escuchan los pasos de noviembre
bien entrada la tarde de un domingo cuando
dejaron una perfomance diferente
en Nueva York. ¿Querías cambiarlo por otro?
Amado, se escuchan los tambores
aunque no el viento.
Antes de que muera pienso decirte estas cosas.
En el desagüe, queda el último pelo
de un nido, pero otras reuniones
llegan deshechas, se han
vuelto sal en el exilio.
Los largos senderos requieren nuestra inmovilidad,
y se separan, uno se va a la siguiente temporada
el otro detenido en la luna.
Conducíamos como si
persiguiéramos el zodíaco, haciendo un camino en el aire nocturno, su
ecuación cero, su anaquel vertiginoso.
Los cables de la negación nos atan a lo extraño
buscamos a tientas, prisioneros
de la persistencia, por el circuito letal de la esperanza.
Ni siquiera la comida entra. Todo lo demás está de paso.
Ann Lauterbach
Y por ejemplo
Traducción de Marta López Luaces
Ediciones Contrabando
MINA
Te escribo llena de miedo desde esta galería nocturna
iluminada por una lámpara minúscula como un dedal
una vagoneta me pasa por encima con cuidado
procura mantener las distancias para no chocar
a veces me hago la dormida a veces finjo
que remiendo un par de viejos calcetines
por qué todo ha envejecido en torno a mí
En casa
ayer
al abrir el armario se desvaneció
se hizo polvo con la ropa dentro
los platos se rompen apenas los tocas
tengo miedo he escondido tenedores y cuchillos
mi pelo se ha hecho estopa
la boca está blanca y me duele
mis manos son de piedra
mis pies de madera
tres niños pequeños lloran y dan vueltas
no sé por qué me llaman mamá
Quería escribirte sobre nuestras antiguas alegrías
pero he olvidado cómo se escribe sobre cosas felices
Recuérdame
Miltos Sajturis
Montaña tan cerca de mi
Traducción de Fruela Fernández y Guillermo Morales Sillas
Kriller71 ediciones
SI SE SUBE AL ANDAMIO
y le dan convulsiones
ningún escritor va a contar su historia
porque la literatura, casi siempre, deja caer una sábana
sobre el cadáver de los obreros muertos
así nadie sufre
ni se entera
ni se quiebra el papel con historias poco interesantes para
la gente que se regodea en la puerta de las facultades
o en la Fnac
la literatura
casi
siempre
(he dicho casi siempre por temor a que nadie lea nunca este
poema)
olvida contar las convulsiones
de nuestra clase social.
―――――――――――
«Yo nací un días
que Dios estuvo enfermo,
grave.»
César Vallejo
YO NACÍ UN DÍA EN QUE EL PESET ESTABA LLENO
y mandaron a mi madre a otro hospital
como si hubiese ido a pedir mesa a un restaurante y no
tuvieran sitio libre.
Mi infancia me tintó las pupilas de
blanco y negro
igualitas al uniforme de los camareros que a todas horas de
blanco y negro
pasaban por delante de mis ojos.
Me convertí en equilibrista de las barras
y mamá
con cara de camarera
con cuerpo de camarera
con manos de camarera
me levantaba a pulso para que viese cocer el arroz.
El presente
es un pozo confuso donde habita la niña que fui y mi con-
ciencia de clase.
Por culpa de sus gritos
nunca duermo
ni me adapto.
―――――――――――
EL CÁNCER NOS HA DEJADO LA CASA VACÍA
sin un lugar donde agarrarnos pienso
que no verás crecer todo tu esfuerzo
ni a tus hijos
ni a nosotros
que te quisimos como a un padre siempre
hay un hueco en el centro del salón que no se ve pero
cuando me siento ahí
justo
ahí
me cuesta respirar y la ansiedad me llena el pecho de
recuerdos
El cáncer nos ha dejado al casa vacía
y a mí
casi
casi
sin nada que decirnos.
Ángela Martínez Fernández
Huracanes en la periferia
la oveja roja
EL DESCAMPADO DE LAS URRACAS
Este sitio no existe. Por ejemplo: levantamos una piedra
del mar y mi hija dice que esas manchas blancas
son tasabis. No sabe de dónde lo sacó. Yo tampoco
sé nada: imagino
que alguien tendrá un accidente,
pero todos seguimos radiantes en las fotos.
Ayer anduvimos junto a los arrozales hasta insolarnos, y
pensé
que un coche podría salirse de su carril, o que caeríamos
por unas escaleras. Más tarde
escribí algo sobre mancharme con un helado de fresa.
Salimos a caminar,
a buscar a una gata que habíamos visto
el año anterior, pero sólo encontramos un descampado
con las empalizadas cubiertas de caracoles. Marina dijo
que la gata siempre estaba en la calle, que seguro
la había atropellado algún coche. Días después, las
manchas de la otra
tarde se llaman bobbits. Cuando busco, descubro
que son monstruos gigantes
de las profundidades, y que existen gusanos que se
alimentan
de piedras. Este sitio no existe,
y está listo para ser arrasado.
Aníbal Cristobo
El descampado de las urracas
(diarios de paternidad 2018-2021)
Ril Editores
[LUZ]
Me increpa: ¿por qué le temes a los clichés? En
realidad esta pregunta es la última de una retahíla
conversatoria. Llevo días y vidas pensando en la
luz, hago teorías pero siempre es más fuerte la lumi-
nosidad que sus metáforas.
Conocer las letras para luz no es conocer la luz y
aun así no podría abstenerme de nombrarla.
La aproximación más pálida, la sensación de jugar
a la paradoja de Zenón. Trato de saber en qué parte
de mi geografía corporal vive la luz. R se ríe de
mí. Cree tener todas las respuestas, pero no es así.
Cuando y/o me fugo, cuando y/o me voy a través de
los ojos y el viento, R no sabe qué hacer.
Seguimos hablando en silencio de la luz, R dice que
esta luz, justo esta, se encuentra en el triángulo del
sexo y es dios(a). Y/o me río, me río mucho porque
sé que es verdad y me da miedo, me da miedo el cli-
ché que construyen las palabras sobre los cuerpos.
Me da miedo que triángulo del sexo se emparente
con rendición. Me da miedo no saber hablar de esto
sin mancharlo. Me atemoriza el intento del lenguaje
y su malinterpretación, es decir, su interpretación.
R se sigue riendo, después se calla y dice: BETIKO
ARGIA, es la frase que buscas cuando dices amor.
Sayak Valencia
Postales de R
Continta me tienes
framåt, retablo
Aceptarse no siendo, y al aceptarse ir siendo, ir hacia el ser, aceptar el riesgo de ser en falso, de ser otra cosa, de ser el otro, uno de los múltiples otros que la posibilidad ofrece en sus espejos, y uno, uno mismo, pero el llegar a ser uno mismo y no el otro, ¿cómo podría lograrse? ¿Habrá que conocerse ya y desde el principio? ¿Cómo despejar la autenticidad si cada acción nos crea y nos deforma, si aquello que hemos vivido arroja su sombra? ¿Qué mide nuestra autenticidad?
María Zambrano
1
por donde purga la represión,
despejar desde ese comienzo
a tientas cuando no a gatas,
cuando no a rebato, quedar salvaje
la famélica interfaz de carne
respuesta primaria, tangente
cuando no a discreción, idiota,
los idiotas poderes consensuados
de quienes solo amnistían lo público
para votar sin común, sentir su avasallar,
¡no son más que actores! Sillares.
¡No son más que actrices! Bloques.
Inclinarse a la perfección,
frustrarse por ello, porque la técnica
es una ristra de decisiones a la espera
de que alguna conlleve un resultado,
y cada una implanta conocimiento,
aleja de lo cortes y del melodrama,
pero hay que seguir relacionándose
con el contrato grapado a la ingle,
tanto para une como para tres, cinco,
ocho en el andén, cien en fila de a une,
incluir deja a la idiotez disminuida
aunque la interfaz de carne supure
urgencias, se tense de costosos antojos.
conocer hasta quizá ser conocide,
y una vez conocide, agotar lo conocido,
dejar en pilar y vigas y forjados
la escuela más pacífica, ahora un solar
en el que no se librase batalla alguna,
las defensas dan resultado, aguantan
los diques, resiste lo que implica la renuncia;
sisifemia: obsesión por el crecimiento
en el trabajo, uniforme septicemia laboral,
¿qué hay de la estampa de Sísifo? Atonía.
Actuar, tomar la vez, actuar al punto,
embrujar a las grandes fortunas,
a los pequeños tenedores, cresas
y estiércol para sus carísimos nichos.
1 el quinto, amigo, ese al que se ama pero no se tiene, no es viable tener un quinto amigo, invisible, demasiado audible, casi tangible, correoso, insípido, algo repugnante, que asegura alejar lo que se escurre de entre los dedos pero del que se sospecha que se llena los bolsillos con ello, como rencores, para más adelante, el quinto amigo de peluche que bate la mandíbula, se extravía en el día a día y pide, insiste, un doble deslumbre, más distracción, expectora un arte terrorista, el quinto amigo que se cuelga del brazo y musita «arte terrorista contra la violencia monopolizada», sugiere «palabrotas, con ellas hice mi choza»
Francisco Jota-Pérez
Libro de mientes
Ediciones Liliputienses
Patitos
En mis aplicaciones mil vídeos prometen
“esto es lo más tierno que verás hoy”
Qué fácil abrir la boca y tragar ese anzuelo
mullido chantaje
Sé que solo buscan mi atención,
pero lo han conseguido
En esta casa llena de muebles iguales
que no huelen a nada
me uno con las casas del mundo
donde viven las personas como yo
en países que no son suyos
(ya sea porque no nacieron allí
o porque los turistas les arrebataron
su país)
En estas casas de madera simulada
tenemos que vivir en condiciones
precarias para el corazón
o para el cuerpo
de poco sueldo o pocos amigos
Que no se puede tener todo
ya lo sabíamos
pero tampoco hacía falta ensañarse
Yo entro en casa como en trance
y entre la puerta vestida y el sofá en pijama
no recuerdo nada
Me rizo sobre mi móvil como un feto
un feto ya demasiado grande
buscando lo amoroso en la pantalla
una placenta donde quedarme dormida
algo que ofrezca un abrazo
un recodo de terciopelo entre el alambrado
En esta casa de muebles baratos
que tanto me ha costado
no hay nadie
Solo yo y mi video de un gato rodeado de ciertos de miles
de patos amarillos como días de sol
suaves suavísimos suaves
Y como aquí en esta casa vacía llena
cara casa barata
no tengo nada ni nadie para acariciar
como en este país tan lejos
el único que me quiere es el mercado laboral
acaricio cada pato de esos miles con los ojos
porque los ojos me llegan
hasta la punta de los dedos
por eso siento algo cuando en videollamada aparece
la cara de mi amor mi abuelo o mi madre
Esto es lo más tierno que verás hoy
y si solo por eso pinchamos
cuántas caricias nos hacen falta
y qué miedo tenemos de extender la mano
y tocar algo que de verdad respire
porque todo es plano y no huele ni suspira
en este cine en mi mano abierto 24 horas al días
donde siempre ponen
la misma distinta película
Mayte Gómez Molina
Circuito cerrado de vigilancia
Prólogo de Pol Guasch
Cielo santo
UNA SOLA PALABRA
EL susurro de la palabra en lo invisible es la música del signifi-
cado, que se renueva en cada poema: quien lo lee, de tan secreto
como es, cree haberlo escrito.
Una sola palabra, una única palabra, que brilla como un dia-
mante o una luciérnaga en la noche de las especies, es lo que hace
de la prosa poesía.
Una palabra corriente dicha atolondradamente en una esquina o
en el mercado, es la que hace posible el poema.
Una frase desangelada, sin metro ni ritmo, puede, si un buen poeta
le busca acomodo, ayudarle a fijar el ritmo, y le alumbra el ca-
mino del significado en la noche cerrada de las palabras.
Mahmud Darwix
La huella de la mariposa
Traducción de Luz Gómez García
Editorial Pre-Textos
LA VELOCIDAD ES UN ESTADO RÍGIDO,
un viento fuerte.
Las manos que bordan
son la brisa, la montaña,
la flor.
Una colisión es un regreso.
Escribir
o bordar
se escapan de la boca,
huyen de la brecha.
¿Acaso no es político huir?
Imagina a los empleados de una empresa
bordando o tejiendo durante
la pausa del almuerzo.
No vemos la miseria porque
vuelven las preguntas.
No sentimos la crueldad porque
nos mueve el miedo
de saber que alguien tendrá
que pagar el alquiler
y las facturas.
En la brecha, sin embargo,
la belleza y la luz,
la interpelación de la revuelta.
Liberaron a la mujer
y nadie liberó a la madre.
Liberaron a la mujer
y nadie liberó a la artista.
En la ideología hay una brecha.
A veces no soy capaz de comer,
otras veces como compulsivamente,
pero cayeron todos enfermos y cociné
arroz en blanco y ralladura de manzanas.
En la brecha, un agujero.
En la velocidad, la trampa.
Entre la mujer que fue madre,
la que es madre, la que no lo será,
la que no quiere serlo,
entre la mujer que ama a otra mujer
y la mujer que ama a un hombre,
entre la mujer que está sola
y la que quiere estarlo,
algo en común:
la libertad del viento,
la fuerza del pasado,
la justicia necesaria del presente.
En la brecha, la flor.
En la velocidad, otro motivo.
Sara Herrera Peralta
El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo
La Bella Varsovia
II
«Hijos de la bonanza», nos llamaban.
Los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas, tan delgadas,
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
―en un último gesto agonizante―
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.
También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
hijos de nuestra sangre, tan severos.
Aunque, a veces, es cierto, no fue fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso a los escrúpulos,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.
Ben Clark
Los hijos de los hijos de la ira
Editorial Delirio