jueves, 7 de marzo de 2024

INFORME A LA SUBCOMISIÓN DE CUATERNARIO DE JORGE RIECHMANN

 





contra el sobrevivencialismo

En los años 1960, Erich Fromm le dijo a Ivan Illich que no existe palabra más necrófila que supervivencia. Si la vida se convierte en «lucha por la supervivencia», vivir no vale la pena. Tiene sentido luchar por muchos objetivos, pero precisamente no por sobrevivir. Seguramente somos muchos quienes pensamos que en una biosfera devastada, y en el seno de una cultura exterminista, no merece la pena vivir.

La evolución darwiniana favorece por encima de todo la autoconservación (supervivencia y reproducción), sea. Pero la verdadera vida humana empieza justo más allá de eso. Nos lo enseñó, por ejemplo, Lewis Munford: «Mediante los prolongados esfuerzos del hombre por hacer y pensar, esa criatura que nació sin habla, sin trabajo, sin hogar y sin arte asumió la tarea más elevada: hacerse humano. Con ese fin ha utilizado sus funciones corporales específicas para otras metas distintas de las que servían a la reproducción y la supervivencia».



Antepasados al Rescate

Mi personal mito de la Gran Asamblea me remite a otro mito (de Joanna Macy en este caso): podríamos llamarlo Antepasados al Rescate. El punto de partida es que a la mayor parte de la gente, a lo largo del tiempo y en diversas culturas, no le ha parecido ninguna cosa rara que quienes viven en otras zonas temporales pudieran auxiliarnos. Malidoma Somé, escritor y chamán africano, lo expresa así: «En muchas culturas no occidentales, los antepasados se hallan en íntima y vital conexión con el mundo de los vivientes. Siempre están disponibles para guiar, enseñar y nutrir». La escritora estadounidense (budista, ecologista profunda y experta en teoría de sistemas) sugiere: «Cuando estamos luchando o nos sentimos solas, podemos hallar fuerza moral abriéndonos a cierto sentido de apoyo ancestral. Así como un atleta puede actuar mejor cuando lo aclama una multitud, de igual manera podemos imaginar a una muchedumbre de antepasados animándonos en todo lo que tenemos que hacer para que no se detenga el río de la vida».



la vida no nos debe nada

Dios no nos debe nada, titulaba Kolakovski uno de sus inteligentes ensayos. Qué importante llegar ojalá que no muy tarde en la senda vital a un lugar donde poder decir: la vida no me debe nada.



y para terminar, tres asuntos importantes

Sabemos menos de lo que creemos.

Nos sorprendemos más de lo que esperamos.

Y Jorge Luis Borges en 1985: «Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso...»




Jorge Riechmann

Informe a la Subcomisión de Cuaternario


Árdora Ediciones


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