jueves, 4 de agosto de 2022

TRES FRAGMENTOS DE SEMILLA DE ESTHER RAMÓN

 

 

 

 

Después de tapar la evidencia, todo es posible. Pintaremos el

suelo de amarillo, y luego haremos que nieve.

 

Todo lo dicho es hablar con palabras, no con panes,

dentro de un horno que se enfría. Lo que te asusta es la

contemplación minuciosa del deterioro, esta implacable

velocidad. No, solo me asusta no haber vivido.

 

Somos fundas de cerca del arado. ¿Qué se ordena con el

desorden de los surcos, con la confusión del hambre? Por

dentro se extiende la cosecha grávida, expectante, los árboles

se cargan de frutos más y más dulces. La hoz no tiene manos.

En el exterior, la vida se desarrolla como una pieza de

cerámica, rota y ramificada.

 

 

 

 

 

Mentalmente, se encamina cada noche a la despensa. Se

alimenta de hambre, transparentan los huesos, las letras

desplazadas.

 

Radiografía membrillos, primeros planos de hojas, rostros

que se muerden desde dentro. El esqueleto de un pájaro

diseminador: 4046 de frente, de perfil, de espaldas. Sigue

escribiendo. Las palas que desentierran su fémur, la roja

colisión recuperada.

 

Con blanqueo selectivo, durante un minuto, se somete

al viraje en un baño de trabajo. El cambio de color le

indetermina, prepara el papel para acogerlas.

 

 

 

 

 

Sin apenas raíces, el brote se expande como una vena sin

cuerpo. Setenta y tres centímetros por encima del mantillo.

Caracoles y arañas en tránsito, trazos veloces, laboriosa

crucifixión de una mosca de campo, áreas despensas.

 

Le sostengo el brazo, los colores, la lupa que se sumerge

en la piscina de hierba, que nada derramándose en los

mínimos detalles. De la hoja plisada en su cuaderno cuelgan

tres dibujos de semillas y, al abrirlo, el viento las dispersa.

La tierra borra, acoge. Si florece la tinta, brotarán palabras

táctiles, larvas de luz.

 

A la derecha del metro cuadrado, en el límite medio-

dentro–medio-fuera, una pluma gris. La dibuja dividida, casi

ausente. En el borde lanceolado de la desaparición.

 

 

 

Esther Ramón

Semilla

Bala Perdida poesía


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