jueves, 26 de abril de 2018

LA BÚSQUEDA UN POEMA DE SHARON OLDS




LA BÚSQUEDA


El día que mi hija se pierde durante una hora,
el día que pienso que ha desaparecido para siempre y
                                                       luego la encuentro,
me siento con ella un rato y después me
marcho a la tienda a por zumo de naranja para sus
labios, lengua, paladar, garganta,
estómago, sangre, cada célula de oro de su cuerpo.
Bromeo un poco con el hombre del mostrador,
salgo al fresco del invierno y
lloro. Sé que él nunca le haría daño,
nunca apresaría su cuerpo con las manos para
romperlo o aplastarlo, la mantendría a salvo y
me la traería a casa. Sin embargo, hay
otros que sí lo harían. Paso los enormes
edificios ridículos, llenos como prisiones,
cargados, repletos, tiesos de gente
a algunos les encantaría llevarse a mi hija, para
deshacerla, una hebra fina
tras otra. Son edificios llenos de cuerdas,
tablas de planchar, marcos de ventanas, alambres,
cordeles de hierro tejidos en espirales azules y negras
                                                                 como
ombligos, apartamentos con suministro
de hojas de afeitar y lejía. Esta es mi
búsqueda, saber dónde está la maldad en el
corazón humano. Mientras camino de vuelta a casa
miro una cara tras otra buscándola, veo
la belleza oscura, la rabia, los
niños criados en la ciudad, por donde ella camina como
cualquier otro, una diana en carne viva. No puedo
encontrar a nadie que quisiera hacerlo, agarro la
jarra de zumo como un corazón frío,
y recuerdo los tiempos en que mis padres me ataban a
                                                                una silla
sin darme de comer y miraba
sus caras preciosas, mi estómago una
maza brillante, mis muñecas como las aves
que el verdugo hubiera colgado del cuello de un alambre
                                                           de espino,
miraba tan profundo como podía en sus ojos
y todo lo que encontraba era bondad, no pude
                                                           superarlo.
Me apresuro a casa con la sangre de las naranjas
contra el pecho, me falta tiempo para llegar a su lado.



Sharon Olds
La célula de oro

Traducción de Óscar Curieses
Bartleby Editores


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