viernes, 25 de septiembre de 2020

TRES POEMAS DE HIJAS DE LA TORMENTA DE MARTA NAVARRO

 

 

 

 

CAMBIAR EL PAISAJE

 

Para Ana Pérez Cañamares

 

Después de la guerra

todos queríamos cambiar de paisaje.

Yo le pedí a los dioses de lo imposible

que el norte se transformara en sur.

Mis hermanas pidieron ser bosque

en lugar de ser madres.

 

El cementerio le pidió a la muerte

convertirse en una humilde cafetería de barrio,

en un libro de aventuras

o en el sonido de la lluvia

golpeando el cristal

en una mañana de domingo.

 

Pero a veces la vida se burla de nosotros

e intercambia nuestros deseos

y, mientras yo me transformo

en un libro de aventuras,

mis hermanas se convierten

en una cafetería de barrio

y la muerte, en la lluvia que nos mira

a través de la ventana.

 

Y allí convivimos todos.

 

 

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EN OTROS MUNDOS

 

Deja un poco más de cuerda en tu cometa.

Alan Cohen

 

Mi madre le daba de comer al humo

hojas de hierbabuena y madera de bosque artúrico.

Humo a cambio nos dejaba tocar su cuerpo insumiso y delicado.

Junto a él nos elevábamos hacia mundos etéreos

donde el tiempo y el miedo no existían.

Tampoco el odio o el hambre

allí el verbo sospechar estaba desterrado del diccionario

y la muerte escribía manuales de supervivencia

para los vivos que querían seguir siéndolo.

 

En aquellos mundos,

la luna era dueña de una parte de la noche,

el resto pertenecía a los músicos,

poetas y camareros.

Cuando volvíamos a la tierra,

el sabor de la guerra nos invadía de nuevo,

hasta hacernos sus prisioneros.

 

Esta noche

la tempestad

no encuentra escenario

donde actuar.

 

 

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HIJAS DE LA TORMENTA

 

Mis hermanas tienen una voz húmeda

con mucho bosque dentro.

La mía es seca,

alberga demasiados desiertos.

Cuando al final del día nos reunimos,

creamos un oasis

que nos aísla del mundo.

 

 

 

Marta Navarro

Hijas de la tormenta

 

Los libros del gato negro


jueves, 24 de septiembre de 2020

FANDANGO DE LA ACRACIA SOSTENIBLE UN TEXTO DE LA SONRISA DEL CIERVO DE MANUEL MACIA

 


 

 

 

FANDANGO DE LA ACRACIA SOSTENIBLE

 

 

1.- Hola.

2.- Hola, muy buenas. ¿Qué desea?

1.- Pues soy conservador medioambiental de ideas en peligro de extinción y venía a ver si le quedan algunos restos de pensamiento anarquista en su caletre, para cuidarlos y que proliferen, oiga. La ideodiversidad es muy importante para el mantenimiento de una sociedad sana, lejos del cáncer odioso del pensamiento único.

2.- Pues yo soy muy feliz pensando únicamente una cosa.

1.- ¿Y no dialoga usted consigo mismo?

2.- No.

1.- ¿Quiere decir usted que mantiene un pensamiento lineal, estático? Eso detendrá el flujo del progreso de su conocimiento. Se quedará usted aislado en un mundo de percepción sin sentido, salvo el de la pura supervivencia. A la altura de una lapa, una medusa o un gorgojo de centeno.

2.- Algunos piensas que detener el pensamiento, la quietud en el continuo divagar de la mente, es la puerta al nirvana, a la paz, a la armonía con el universo. ¿No es eso un beneficio?

1.- ¿No es eso dejar este mundo para que lo expliquen, lo ordenen y lo gobiernes esas élites ávidas de poder que pululan por el teatro social? ¿No es abandono de la responsabilidad? ¿De la búsqueda de la justicia? “Mi reino no es de este mundo” es una declaración cobarde. Debe ser usted más comedido o me veré obligado a multarle.

2.- Pero bueno ¿ahora es obligatoria la lógica borrosa?

1.- Como mínimo debe usted ejercitar la duda y reposicionarse críticamente entre siete y doce veces al día.

2.- ¡Ja! ¿Y cómo va a controlarme usted eso?

1.- Mirándole a los ojos. Los tiene usted como de brótola.

2.- Pues usted sonríe como un ciervo.

1.- Mi trabajo me cuesta.

2.- ¿A qué venía usted en realidad?

1.- Soy la muerte. Ha llegado su hora.

2.- Me temía algo así. ¿Trae usted sus credenciales?

1.- ¿Es que no se fía? ¿Se cree usted antes que soy conservador medioambiental de ideal y no se cree ahora que soy la muerte?

2.- Vamos, vamos. La muerte con es pinta… ¿y la guadaña? ¿y su hábito raído? ¡Vaya muerte!

1.- Me ha pillado usted, la verdad es que me he metido un tripi, se me ha aparecido San Buenaventura Durruti y me ha mandado acratizar el mundo. Al ver su verdulería tan bien puesta en la esquina he pensado comenzar por aquí mi ministerio. No querrá usted joderme mi primera conversión.

2.- ¡Pero bueno! Haber empezado por ahí. Yo estoy, a ratos, en contra de todo tipo de poder. La autoridad emanada de la jerarquía me produce sarpullidos y, de hecho, a los clientes les envuelvo los pepinos con papel de libros de Kropotkin, las zanahorias con Proudhon y los tomates con Malatesta.

1.- Sí, bueno, lo clásico, pero ¿y el anarquismo epistemológico?. Lakatos, Feyerabend…

2.- ¿Y estos melocotones que tengo aquí? Pura miel.

1.- Póngame dos kilos, pero no me líe. Volvamos al tema. ¿Le quedan restos de anarquía en su caletre o no?

2.- Son cuatro euros. No hay discusión caballero, sin duda tengo más que restos en mi caletre. Escuche: la anarquía aplicada a la teoría del conocimiento y, por extensión, a la práctica científica, es una opción que demuestra lo vivo y útil del pensamiento libertario. Vigente y fresco.

1.- Entonces ¿reniega usted del poder y sus pompas?

2.- Reniego.

1.- ¿Abomina de la autoridad y la jerarquía?

2.- Abomino.

1.- Póngame también un cuarto de kilo de picotas.

2.- ¿Se va usted a quedar mucho tiempo en la ciudad?

1.- Unos días. ¿Por qué?

2.- Me gustaría volver a verle.

1.- ¿Me esta usted tirando los tejos?

2.- No, es que se me queda mucho género de un día para otro.

1.- Creo que usted también me gusta. Es usted el alma del mercado libre. Un camaleón de las convicciones.

2.- Y usted el ideal personificado. La utopía y la eutopía juntas.

1.- Casémonos pues.

2.- ¿No estaremos corriendo mucho?

1.- El tiempo es elástico.

2.- Eso sí.

 

 

Y se casaron por la Iglesia con toda pompa y boato.

Había algo anárquico en ello.

 

 

 

Manuel Macia

La sonrisa del ciervo

 

Noches de Alicia

miércoles, 23 de septiembre de 2020

LOS PÁJAROS UN POEMA DE GESTAR UN TÓPICO DE AZAHARA ALONSO

 

 

 

LOS PÁJAROS al atardecer son un estado de la luz, que desprecia y descansa tres veces por semana. Si así funciona, ya he caído del lado del poema tipo, poema spam, poema de vuelo sentimental y raso. Aquí también me amarga lo auténtico al fulgor del flexo. Nunca se sueña como la primera noche de vacaciones. No se piensa si no es sobre ruedas.

Quiero conjugar la primera persona que me da pie a decir, y prefiero morder el anzuelo que me tiendo a diario y dejo pasar por ausencia de superficie longitudinal y plana. Hoy tomé espacio en la espera de un semáforo, aunque claro que hay cosas que importan, paisajes que se enfocan desde el palco y la perspectiva de los textos.

Quiero pensar que en el cerebro se ejercitan los dameros, las grageas, la trivialidad de que lo relevante se apoya en paso inseguro. ¿Cuánto tiene una biografía de relato (en peso), qué materia zurce las costuras?

 

Es seguro que yo no, pero esta luz también en otra parte.

 

 

 

Azahara Alonso

Gestar un tópico

 

Ril editores


 

martes, 22 de septiembre de 2020

TRES POEMAS DE UNA CARTA DE AMOR COMO UN DISPARO DE TRINIDAD RUIZ MARCELLÁN

 

 

 

 

LA DISTANCIA DE LAS PALABRAS

 

 

 

He mirado al Moncayo

y me ha devuelto misterio.

 

He comenzado a distanciarme

justo ahora,

cuando el silencio que multiplica sentidos

afluye en ti.

 

¿Seré capaz de dar a los demás

cuanto la vida ha inventado en mí?

 

 

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HAYA

 

 

 

Descendió el cielo y te envolvió en niebla.

Roe humedad el jabalí, piensa, respira.

Simulación, desdoblamiento.

 

¿Por qué voy a saber si me esquivas?

 

Da un portazo a ese ramillete de sombras.

 

Como un traje de novia, así te amo.

 

Alfombra del Moncayo.

 

En tus yemas se tiende un destello.

 

 

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ENCINA

 

 

 

Y ahora me dueles, útero del mundo.

Solapa sagrada,

árbol de la sombra que reúne sacerdotes.

Ahuyenta el tanino

al escarabajo de la corteza.

 

Bastón del padre.

Declina la noche

y las alas de acero

abrazan la velocidad.

 

Reluciente amanecer.

Llama en pie.

 

 

 

Trinidad Ruiz Marcellán

Una carta de amor como un disparo

Moncayo Moncayo

 

Olifante Ediciones de poesía


lunes, 21 de septiembre de 2020

LA SANTA CONTAMINADA UN POEMA DE NO VOLVERÁS A HABLAR NUESTRA LENGUA DE CRISTINA MORANO

 

 

 

 

02 LA SANTA CONTAMINADA

 

 

 

No

conozco la ciudad, te dices.

La tarde primera del verano

te duele en cada hueso y es nido

la casa, es madriguera

donde nadie entrará

ninguna otra vez si no es con duelo.

 

La ciudad se despliega,

reverbera delante de tus ojos

como una fiebre extraña,

oyes pájaros donde antes velocidad

y luces de neón.

 

Buscas dinero de nueve a nueve,

eso es todo lo que necesitas de los otros.

 

Por las radiantes avenidas

del Corte Inglés te cruzas con un carrito

que lleva a una mujer de tu edad,

encogida sobre sus rodillas,

chupándose las manos,

llenando de babas el pasillo

resplandeciente.

Haz como ella. Porque ella es

más triste que tú, más extranjera que tú,

más punky que tú.

La vieja delgada bebé

con su cerebro paralizado

ha conseguido más subversión

que todos tus poemas hiper-críticos

elaborados con el mismo lenguaje

del propietario o de la beata. La vieja

bebé se ha meado en el pasillo

so cool de los cosméticos,

ha llenado de babas las luces de neón

so trendy de las marcas.

Qué asco,

decías tú, qué.

Mira a la diminuta subnormal

cagándose en el Mercado

mientras tú lloras en casa,

limpiando la casa los viernes,

advirtiendo a tus amigos que no se droguen,

que no se casen,

que no vean televisión los domingos.

 

Mira,

en el teléfono anuncian la Infección.

No solo los antisistemas,

sino los profesionales

serán exterminados,

conminados a no salir

de las instalaciones sanitarias.

La Hermana Paciencia será

cantada como mártir preciosa:

vieja monja de una raza pobre,

preciosa sucia sangre extranjera negra,

pero valiosa como oro porque contiene

anticuerpos contra el ébola.

Aparta tu puto asco,

your fucking pain,

puto dolor,

asshole, es La Cura.

Esas babas, esa sangre,

estos sagrados viscosos licores.

La subnormal, la negra, la bestia

manchando, curando, entrando

en el Sistema por la puerta grande.

 

 

Los negros pacen en silencio

como si no fueran hombres

sino rebaño de los hombres.

A veces chillan muy fuerte,

llegan hasta la valla de Europa,

manchan de sangre las cuchillas,

dejan allí sus virus, su furia, el que tenga

anticuerpos del ébola, pase,

el que tenga la fuerza sola de su trabajo

muera.

 

Nocturnas azucenas del jardín

te han arrebatado después,

al pasar por los grandes almacenes,

campánulas transparentes que durante el día

son alba vegetación inane

y por la noche

su blancura fosforescente

exhala el olor de la santidad,

algo que paraliza y nos cura.

 

Santa Subnormal,

quieto bebé delgado tú,

cada mañana compras la prensa,

miras los perros, enciendes las luces.

Yo te he visto

golpearte la frente,

morderte el puño,

llenarlo de babas.

Santa Contaminación,

dejas un moco en las sábanas

y sigues leyendo

con una botella de plástico al lado:

tanto lloro, tanto moco y tanto vómito

te han dejado la piel reseca,

el cuello arrugado,

el escote marchito. Eres tan inútil,

que ni siquiera esta aparición

digna de Artaud & Baudelaire

empujando un cochecito ortopédico

logrará sacarte de ti misma y mancharte.

 

No, tú, como Sylvia Plath,

has conducido tu vida

hacia las hogueras,

ahora, en el escalofrío, te repliegas

de nuevo sobre tus rodillas,

retraes tu casa y tus versos/hijos a tu útero

y abres el horno: muchos años de grasas,

vísceras de pescado,

hojaldres reventados

y pizzas te miran.

Iremos a emborracharnos al Ritz

y luego lloraremos

en el centro de la Ciudad

mirando las noticias.

La llenaremos de mocos y babas. Des-

conozco la ciudad, me dices.

 

 

 

Cristina Morano

No volverás a hablar nuestra lengua

 

La Estética del Fracaso Ediciones