BISHOP
/ POE
El
nadador parece un juguete eléctrico
dirigido
por una mano alejada de la bahía.
Su
placer es mecánico.
Ella
tiene las manos frías
y se
las calienta en el pecho, bajo el brazo.
Siente
el corazón.
No sé
si el latido es automático
o lo
produce el contacto.
Se le
enciende una luz roja en los ojos
como un
pequeño foco:
recorrido
horizontal de luciérnaga
que se
ilumina a sí misma,
que
dice, estoy «aquí», «aquí», «aquí».
¿Es
previsible el placer?
Bishop
dijo que el placer era mecánico
y que
la caída del amor hacia la tierra
era
inevitable.
Hay una
extensión líquida de tiempo,
clara,
turbia, tibia
en
constante transformación.
Hay
cortinas, vaho, huellas,
sedimentos
más delgados cada vez,
y lo
elevado, lo que flota en el aire,
lo que
aletea y nada
entre
el fondo y la superficie.
Eli
Tolaretxipi
Edgar
Trea
Poesía
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