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viernes, 30 de diciembre de 2022

RIERA PAHISSA UN POEMA DE JOANA DE JOAN MARGARIT

 




Riera Pahissa


[…] why abandon a belief

merely because it ceases to be true?

ROBERT FROST


Te dejaba a la entrada de la escuela,

ante la estrecha puerta de aquel muro

que, encerrando la huerta del convento,

seguía el cauce seco de la riera.

Por un pequeño puente de hierro con tablones

se cruzaba el barranco sobre el brillo

de algunos pocos charcos como lágrimas.

En la calle de tierra frente al puente

tenía su taller un marmolista:

nos recibía, bajo el polvo gris,

una hilera de piezas reclinadas

en la pared, como si fuese un zócalo.

Cruzabas, las muletas sonaban en las tablas

y, ya en la puerta, sin cruzar el muro,

te detenías para sonreírme.


Amaba aquel lugar desangelado:

su solidez fue, un día, espiritual

y, quizá, aquella era la evangélica

puerta estrecha de un mundo

más duro, pero más esperanzado.

Encima del cemento, en la baranda

de la calle de tierra, alguien cubierto

por el polvo de mármol del taller

dejaba pan mojado a los gorriones.

Nosotros nos parábamos a verlos:

no se asustaban, siempre bulliciosos

entre las migas sobre la baranda,

mientras el primer sol estructuraba el día.

La palabra feliz viene a mi mente

desde aquellas mañanas que, en el coche,

me quedaba aguardando hasta que tú

me decías adiós con una mano,

mientras la otra, con dificultad,

asía las muletas.


Tu despedida, ahora, es para siempre,

ya no podrás entrar ni salir nunca.

Aquella fe, ¿hoy debo abandonarla

sólo porque dejó de ser verdad?

¿No podré estar contigo sólo porque no estés?

Es invierno otra vez, comienza el día.

Por encima del muro del convento,

el sol ha enrojecido las más altas

de las ramas sin hojas de los plátanos.


Tengo presente un cuento de la infancia

en el que a una doncella la encerraban

tras un muro sin puertas, contra el que se estrelló

la desesperación del caballero.

Esto debe de ser lo que nunca he podido

mirar de frente, y me salva sólo

el suave sesgo de una luz pasada.


Te vi nacer: después, vivir radiante.

Quizá es porque te estoy viendo morir.

O quizá son más cosas: el aire claro y frío

de las mañanas mientras me hago viejo

levanta un muro sin ninguna puerta.

Un muro que ilumina

el sol de tu sonrisa ya sin rostro.




Joan Margarit

Joana


Fondo de Cultura Económica


sábado, 11 de agosto de 2018

SLEEKIT COWRIN UN POEMA DE SHARON OLDS




SLEEKIT COWRIN



Cuando un cadáver de ratón atrapado yació oculto, durante una semana,
y se quedó enganchado al suelo, empecé a poner
las trampas en algunas de nuestras ensaladeras
florales de porcelana de boda. Luego
una noche cuando una de las trampas salta, la pongo
en el porche, para llevarla al bosque por la mañana, pero por
la mañana me olvido, y también al mediodía, y después
del mediodía el Sauce Llorón es como una cubierta de charnela
en Persia, cuando exponían los cuerpos de los muertos a los
buitres eruditos para hurgar y elegir el texto
de la materia o el texto del espíritu.
El ratón se ha convertido en un túmulo afelpado
excavado por un escarabajo rayado
con rayas de encendidas y de frías
brasas precipitadamente, comiendo se abre camino hacia dentro
del estómago más suave que sucio, los intestinos de ratón
más salados, la cera de abejas y el jabón
detenidos en los pequeños canales intestinales.
Y bichos pequeños como semillas bullen
por todo el pelo, como si el roedor
fuera una fiesta de comida. Y el Nicrphorus
corta y empuja, mece y estremece
su sucio hocico y sus anchos hombros
hacia adentro. Y yo sé, lo sé, debo poner
mi matrimonio muerto fuera en el porche
al sol, y dejar que quien pueda, venga
y se alimente con él lo cambie, lo devuelva
a aquello de lo que fue compuesto,
a la fuente de luz que lo hacía brillar.


Sharon Olds
El salto del ciervo


Versión castellana de:
Joan Margarit Consarnau y
Eduard Lezcano Margarit

Ediciones Igitur