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lunes, 17 de marzo de 2025

MUERTE Y JUICIO UN POEMA DE RAFAEL ALBERTI EN SOBRE LOS ÁNGELES

 






MUERTE Y JUICIO


A Gerardo Diego


  1. MUERTE


A un niño, a un solo niño que iba para piedra

nocturna,

para ángel indiferente de una escala sin cielo...

Mirad. Conteneos la sangre, los ojos.

A sus pies, él mismo, sin vida.


No aliento de farol moribundo

ni jadeada amarillez de noche agonizante,

sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica,

clavados sobre su tierra en polvo, juzgándola.

Él, resplandor sin salida, lividez sin escape, yacente, juzgándose.



  1. JUICIO


TIZO electrocutado, infancia mía de ceniza, a mis pies, tizo yacente.

Carbunclo hueco, negro, desprendido de un ángel que iba para piedra nocturna,

para límite entre la muerte y la nada.

Tú: yo: niño.


Bambolea el viento un vientre de gritos anteriores al mundo,

a la sorpresa de la luz en los ojos de los recién nacidos,

al descenso de la vía láctea a las gargantas terrestres.

Niño.


Una cuna de llamas, de norte a sur,

de frialdad de tiza amortajada en los yelos

a fiebre de paloma agonizando en el área de una bujía,

una cuna de llamas, meciéndose las sonrisas, los llantos.

Niño.


Las primeras palabras, abiertas en las penumbras de los sueños sin nadie,

en el silencio rizado de las albercas o en el eco de los jardines,

devoradas por el mar y ocultas hoy en un hoyo sin viento.

Muertas, como el estreno de tus pues en el cansancio frío de una escalera.

Niño.


Las flores, sin piernas para huir de los aires crueles,

de su espoleo continuo al corazón volante de las nieves y los pájaros,

desangradas en su aburrimiento de cartillas y pizarrines.

4 y 4 son 18. Y la X, una K, una H, una J.

Niño.


En un trastorno de ciudades marítimas sin crepúsculos,

de mapas confundidos y desiertos barajados,

atended a unos ojos que preguntan por los afluentes del cielo,

a una memoria extraviada entre nombres y fechas.

Niño.


Perdido entre ecuaciones, triángulos, fórmulas y precipitados azules,

entre el suceso de la sangre, los escombros y las coronas caídas,

cuando los cazadores de oro y el asalto a la banca,

en el rubor tardío de las azoteas

voces de ángeles te anunciaron la botadura y pérdida de tu alma.

Niño.


Desnudo, sin los billetes de inocencia fugados en sus bolsillos,

derribada en tu corazón y sola su primera silla,

no creíste ni en Venus que nacía en el compás abierto de tus brazos

ni en la escala de plumas que tiende el sueño de Jacob al de Julio Verne.

Niño.


Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni de postura.




Rafael Alberti

Sobre los ángeles


Edición de C. Brian Morris


Ediciones Cátedra


jueves, 27 de octubre de 2022

LUNA DE ALAS EN EL CORAZÓN DE LA JUSTICIA UN POEMA DE JUAN LARREA

 

 

 

 

LUNA DE ALAS EN EL CORAZÓN DE LA JUSTICIA

 

 

 

Hará un frío de estatuas visibles

en mis manos el silencio desgreñado

cielo de multitud encogimientos de hombros

y yo estaré        a la puerta           sentado

 

En su lengua materna cuántos árboles

buscarán salvación en la elocuencia del número

cuántos cuartos vacíos gastarán sus espejos

en luchar contra un pueblo desgarrador de nieblas

 

Los látigos del corazón cercado de pájaros lúcidos

domarán el poniente y sus lavas de estupor

un cetro escondido será la medida única

pues yo estaré       a la puerta              sentado

 

La piedra tragará de nuevo todas las formas esenciales

el peso muerto de un niño caerá rodando como un dado

y los errores alojados en la cabeza que se desploma

harán deprisa un yo de su palidez intensa

 

Descalzando sus guijarros para mejor atravesar el hombre

las diademas las rutas los ojos del esplendor

impulsarán la apariencia de saber a cometer crímenes

mas yo estaré         a la puerta         sentado

 

Cuando un ser de plata saliendo de mi imagen de sombra

en previsión de una duda de un quizás de un quién sabe

pesará sin mirarla mi más hermosa tarde de otoño

en los corazones deslumbrados de dos hermanas gemelas

 

Al crecer una de ellas me pondrá de pie

(la otra se desplomará a la puerta)

 

 

 

Juan Larrea

Versión Celeste

 

Edición de Miguel Nieto

Traducción de Gerardo Diego

 

Cátedra