GUERRAS
FLORIDAS
Camino a escasos metros de un
grupo de aztecas
no los entiendo, pero conozco
sus intenciones…
Sus intenciones les preceden
sus intenciones son más fuertes
que el músculo
que tensan sobre sus enemigos:
los envuelven en flores, entre
gritos y cantos
y los llevan ―con
vida―
a Tenochtitlán.
Asisto a la espera triste y
colorida
―como de ramo tirado en medio
de la calle―,
en una oscura y perfumada
mazmorra;
con sus trajes de ramilletes de
esperanzas secas
son ofrecidos a un dios el día
de su fiesta:
en las pirámides les arrancan
el corazón.
Vine a saber de las guerras
floridas por Cortázar
en las clsses de Berkeley.
Sentí y experimenté la
maravilla del horror
―algo parecido a la belleza de
la catástrofe natural―,
gracias al poder de la
imaginación
que permite caminar sin moverse:
con un solo dato las historias
se levantan solas.
Mi madre. Y te asaltan. Mi madre
trabajó en París
compartió ciudad con el mismo
Cortázar.
Para ella fue un desconocido que
una mañana la ayudó
a comunicarse con un gendarme.
Cortázar se enamoró de ella,
de mi madre
que ahora está presente en toda
su obra
aunque vosotros no podáis
apreciarlo.
Sí, es maravilloso el poder de
la imaginación.
Cortázar enamorado…
Enamorado como lo estoy yo de
esos desconocidos
que me encuentro en la calle o
en la pantalla:
fácilmente me enredo entre sus
brazos,
en sus casas me colman de
blancas flores
mientras me dejo aprisionar en
una esperanza…
Mis esperanzas me preceden
mis esperanzas son tan fuertes
como mi imaginación
y juntas clavan sus manos en mi
pecho
y mi corazón arrancan
y se lo ofrecen a algún dios
romántico.
Siento la maravilla del horror:
ese hueco que se abre en mi
pecho
a fuerza de intentar llenarlo
una y otra vez, una y otra vez…
Con cada amante que meto dentro
el vacío se hace mayor.
Tirso Priscilo Vallecillos
Principio de incertidumbre de
Heisenberg
La Única Puerta a la Izquierda