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lunes, 11 de septiembre de 2023

PENÉLOPE MANDA A ULISES A DORMIR AL SALÓN UN POEMA DE SUTURA DE ELISA DÍAZ CASTELO

 


 

 

Penélope manda a Ulises a dormir al sillón

 

 

He escrito este poema antes        lo he

borrado       Ulises:     no pensé que volverías

pasaron      años y pretendientes y años

la noche          me devuelve         al principio

todos los días       son días        de resurrección

mi vista está cansada    mi vida         luego invertí

en una buena      máquina de coser         Ulises

nunca creí en ti        sólo creí en tu ausencia

cada día      era una puntada    con la aguja de oro

cada noche       me rompo       me retracto

tu distancia    se tornó dócil     como un perro viejo

aprendí     tantas cosas    con los ojos cerrados

antes que antes      conjugué los verbos en plural

el principio      está en alguna parte     pero no

me reconoce    sólo     humedecimos nuestros dedos

y empezamos       Ulises               no contaba

con tu regreso       no contaba            te mandé

a dormir al sillón      no me arrepiento      antes

el presente estaba hecho       de materiales oscuros

oblicuos           viejos automóviles        en las afueras

azoteas como manos abiertas    aquí

estamos      señor      que sea tu voluntad

después te fuiste      todos los días

repetí la cicatriz             cuánto me amaron

los que no me conocieron        un día

comencé a sanar    y a morir    al mismo tiempo

fingí esperarte      pero      las palabras son puntadas

son sutura    pero cada noche       siete puntos ciegos

y un barco     quise     tejer un mapa         quise

tejer un mar              la ruta y la pérdida

el camino   y la errancia

quise    escribir un mapa   para traerte a mi puerta

para    mantenerte lejos   quise escribir la brecha

para compensar        la brecha        pero

el amor:     esta forma de neurastenia

patrocinada por la televisión abierta

Ulises      mi tiempo compartido       el nudo

elemental   de la palabra      la estela

y la estática    de tu voz     que atraviesa

largas distancias    cuando llamas

la salvia rancia     del árbol      que

plantamos juntos      nuestra sal    nuestra saliva

nuestros veinte dedos       pero     Ulises

pusiste tierra       y palabras de por medio

te curaste en salid      pusiste

pies en polvorosa     con una mano     detrás

y otra delante          tocas la puerta      del regreso

yo que pasé mi vida       deshaciendo mi vida

puedo decirte esto:       tal vez regresaste

pero volver      volver       es imposible

 

 

 

Elisa Díaz Castelo

Sutura

 

Ediciones Liliputienses


sábado, 14 de enero de 2023

PESCAR COBRE UN POEMA DE NATALIE DIAZ EN POEMA DE AMOR POSCOLONIAL

 

 

 

 

Pescar cobre

 

 

 

Mis hermanos tienen

una bala.

 

Mantienen su bala

atada a una correa brillante

como un látigo de sangre.

 

Mis hermanos llevan a su bala de paseo,

cojeando una grapa en el hueso

de la cadera.

 

La bala de mis hermanos

es un cerebrito en matemáticas, toda geometría,

a lo lejos es sólo una abeja

y su picadura. Como una abeja

deberías verla construir un panal

masticando agujeros

en lo dulce.

 

Mis hermanos pierden

su bala todo el tiempo

cuando se les escapa,

su bala deja un hueco.

 

Mis hermanos buscan en sus casas,

en sus cuerpos, a la bala

y gime un pequeño fantasma rojo.

 

Al fin, hermanos la llaman en voz alta,

Ven aquí, bala, ven

su bala llega corriendo, zumbando.

Su bala siempre viene

de regreso. Cuando su bala vuelve,

su bala

deja un hueco.

 

Mis hermanos son demasiado lentos

para su bala,

porque ella siempre va de prisa

y quiere sacar ventaja.

 

La bala de mis hermanos está vestida

para la alfombra roja

con una chamarra de cobre.

Mis hermanos le dicen a su bala,

Cuidado, no vayas a lastimar a alguien,

tan vestida y alborotada.

 

Mis hermanos besan a su bala

en un callejón oscuro, frente

a la máquina de hielo de la esquina,

en el asiento de copiloto de su auto,

en una pista de baile estroboscópica.

La bala de mis hermanos

los besa de vuelta.

 

Mis hermanos se rompen y le bailan

a su bala la sacudida

el meneo de su pierna. Ellos, para su bala,

perrean hasta el suelo,

hasta contorsionarse ahí

tirados en el piso.

El gusano, lo llaman mis hermanos.

Mis hermanos se agusanan hasta el fondo

para su bala.

 

La bala de mis hermanos está registrada,

es una bala de letras tiene un CNP,

un CIB*, un HB, si tiene suerte,

un PM, si no Triple 9, un ONR,

una DOA.

 

Mis hermanos nunca traicionan a su bala

llamando a la policía sino que juran

lealtad a su bala

con la mano sobre sus corazones

y sus estómagos y sus gargantas.

 

Mis hermanos dicen que morirían

por su bala. Si mis hermanos murieran,

su bala estaría perdida.

Si mis hermanos murieran,

para empezar no habría bala

la bala es para hermanos vivos.

 

Mis hermanos alimentan su bala

como los toros alimentaban a Zeus

quemándose en la pira, sus

fémures bien envueltos en grasa.

Mis hermanos se ponen de rodillas, se inclinan

sobre el asfalto, quedan postrados

en el cemento ante su bala.

 

Tampoco llegaríamos al extremo

de llamar a nuestra bala

un profeta, dicen mis hermanos.

Pero la bala de mis hermanos

está siempre encendida como una iglesia en la noche.

Los vuelve sagrados.

 

Podrías decir que la bala de mis hermanos

los purifica, así como las hormigas rojas

limpian el recipiente blanco y vacío

de la cuenca ocular de un coyote.

Sí, la bala de mis hermanos

los limpia, los prepara y los hace

para Dios.

 

 

* CIB es el acrónimo de Certificate de Indian Blood, o Certificado de Sangre India.

 

 

 

Natalie Diaz

Poema de amor poscolonial

 

Traducción de Elisa Díaz Castelo

 

Vaso roto poesía


viernes, 5 de agosto de 2022

DESPIERTO UN POEMA DE PARAÍSO PORTÁTIL DE ROGER ROBINSON

 

 

 

 

DESPIERTO

 

 

 

Desperté encadenado en la panza de un barco esclavista. La curva de proa y el gemido de las vigas me acunaron. Cuando desperté de nuevo, me estaban azotando para que me levantara. Me desmayé y cuando desperté estaba sobre una tarima de subasta, mientras hombres de dedos cenicientos me revisaban los dientes. Con un grillete de hierro hincándose en mi cuello, caminé hasta que colapsé y al despertar el grillete se había vuelto horca, que halaron hasta asfixiarme. Los vi mirarme, incluso niñitos blancos que me señalaban con el dedo, hasta que todo se ennegreció. Me despertó el agua de las mangueras policiales tumbándome al suelo y dentelladas de perros en las canillas. Mientras el perro hundía sus dientes en mi pierna, un policía me pegó con su rolo hasta que me desmayé. Desperté en el piso 16 de un bloque de apartamentos, mirando por la ventana, con una vista nítida de la tierra que no me pertenece.

 

 

 

Roger Robinson

Un paraíso portátil

 

Traducción y prólogo de Elisa Díaz Castelo y Adalber Salas Hernández

 

Kriller71ediciones


jueves, 30 de septiembre de 2021

ODA A LOS ANCESTROS UN POEMA DE PRINCIPIA DE ELISA DÍAZ CASTELO

 

 

 

 

ODA A LOS ANCESTROS

 

 

 

No hablo del abuelo y su breve lozanía,

de sus manos ariscas. No hablo

de su longevo padre ni de la tía solterona

que ordeñaba las vacas

ni de aquella cuya muerte a la mitad del otoño

interrumpió el cultivo de las zarzas. Tengo

demasiados huesos en la boca. Hablo

de mis otros ancestros: Lucy, la chimuela,

sus cincuenta y dos huesos,

su muerte milenaria

de veinte años,

todas sus fracturas.

Hablo de sus hijos,

no sabemos cuántos, dónde

de sus hallegados:

Ardi, la de las largas manos,

hallada junto a un río, su cadáver

recogido por partes y sus huesos

constelados sobre un fondo negro

son apenas el gesto borroso, movido

de un cuerpo. Hablo de ese carnal agradable

que primero encontró en su cara la sonrisa

e hizo de la amenaza de los dientes

una señal ambigua de afecto, y de una zarigüeya

con nombre de tía, Juramaia sinensis, escasa

ascendienta de apetito fúnebre, animalia chordata,

rápida, trepadora, dúctil,

eutheria, la primera bestia verdadera.

Y también de los otros, ese

de nombre y vocación heroica, Hynerpeton,

el primero en dejar el agua. Hablo del reino

Animalia, celebro con ardor y arrebato

a ese antecesor fogoso que inauguró el sexo

un buen día hace millones de años,

pero también a los ancianos platelmintos,

hermafroditas, parásitos, parcos,

con su acumulación humilde de neuronas.

Hablo de la simbiosis parasitaria

de eucariotas y procariotas,

de la incipiente mitocondria.

Celebro, al fin,

a esa primera célula organizada,

a la primera huérfana

y a la última, a ella, inmaculada madre unicelular,

sin pecado concebida, bendita

entre toda la materia estéril.

A ella, he olvidado su nombre,

Melusina, Laura, Isabel, Perséfona, María,

y bendito es el fruto de su vientre.

 

 

 

Elisa Días Castelo

Principia

 

Ediciones Liliputienses