En una tajada de sandía conté 72 semillas
pardas, veteadas.
No hay consenso sobre cuántos individuos deben salvarse
para que la especie humana sobreviva a su apocalipsis laico.
72 es un buen número, podría ser otro.
Pero nada tan dulce como una pulpa que se desgrana
entre los dientes de la papila la hipótesis estadística
para quien, lego en la materia, es apenas un ítem de parca
gastronomía y ciencia ficción.
Dicho sea de paso, quién podría ser demógrafo
y calcular la masa crítica poblacional apta
para superar el abismo. Ninguna Universidad introduce el tema
en sus planes de estudio, en los textos fotocopiados con premura
72, 2380, un millón
siempre se redunda en cantidades sin cuerpo
sobre las que nadie piensa,
nadie trabaja.
Nicolás Pinkus
Dioramas
Ediciones Liliputienses
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