martes, 14 de mayo de 2024

TOLEDO - MADRID - CÓRDOBA UN POEMA DE MIGUEL CASADO EN DESEO DE REALIDAD POESÍA REUNIDA

 





TOLEDO – MADRID – CÓRDOBA


a Roberto Bolaño


TOMO el primer café de la mañana

en la estación de autobuses, mirando

por los cristales del bar; la niebla

va cubriendo la masa del Alcázar,

mientras en la otra orilla del río

la Academia conserva sus contornos

apenas manchados por la luz.

Desde ahí transmitía ayer una emisora

la noche de la Inmaculada,

cuando hacían su puesta de largo

las doncellas: uniformes militares

de gala, vienesas gasas, arañas

pendientes alcanzaba cincuenta años

el baile de Infantería.

Se confunden las fiestas de las vírgenes

con las laicas, y se sumaba la fecha

de la Constitución; vi entonces

imágenes grabadas en Vitoria:

los partidos turnistas y las autoridades

el obispo católico, el ejército

y la Guardia Civil, los jueces

lo celebraban juntos, caras serias,

casi ceñudas. Acababa de hablar

por teléfono con un amigo, de cuando

parecía que su avión estaba cayendo

en picado sobre América, y se abrazaban

él y Carolina y el niño, a oscuras,

entre los gritos: «sentí decía

la realidad, lo espesa que era, ahogaba».

Así iba pasando la noche, también

con niebla en torno a las torres rojas

y entre los cipreses del Taller del Moro.

La democracia tal vez consista

en eso: que ellos continúen haciendo

lo de siempre, mientras nosotros por tolerancia

ya no podamos criticarlo. Pero me doy

cuenta de que no es fácil

saber quiénes son ellos y menos aun nosotros;

desde hace horas estoy rodeado de gente

y no consigo ordenar los plurales.

En el metro, un padre y un hijo negros

me adelantan hablando en castellano;

la proporción de los colores cambia

debajo de la tierra. En la larga cola

de los aseos públicos, casi todos

son ancianos, vamos entrando de uno

en uno. O la mezcla abigarrada

de las palabras en el tren:

la masa de las banales, el corte

de lo asombroso, el abandono estridente

del auricular en un asiento. Atravesamos

un país vacío, saturado de discursos.

Los olivares van poniéndose más húmedos,

perdiéndose más en la niebla según se acercan

los montes; el reloj trae la duda

de si alcanzaremos el sol del sur

antes de que caiga la tarde. Las voces

me devolvían el recuerdo del teléfono:

habló mucho de su estancia en Venezuela,

de las contradicciones de Chávez, de la esperanza

y el pesimismo, «es muy joven», repetía

con extrañeza, y no dejaba de invocar un espacio

común, no solo para él y para mí,

un nosotros que había salido perdiendo

siempre, que volvería a hacerlo tal vez,

pero cuyo uso era posible. Sin embargo,

me confesó que su novela dialogada

por fin se había convertido en un monólogo,

solo de algún él podemos decir yo.

Túnel a túnel, con la presión de los oídos,

van cambiando los árboles: en encinas

los olivos, en pinos las encinas, espectrales

todo entre continuas charcas. Cuando llegaron

caía una llovizna y de aquí proceden

los nombre Caminando-en-bruma,

Viene-en-bruma, Llovizna... Calmar a un niño,

transformar el llanto en cháchara

hasta que la boca vuelva a hacerse llanto,

el padre le sujeta por la cintura.

En las afueras de Córdoba tampoco

hay sol, el viaje languidece

como si en torno hubieran hecho el vacío.

Y ahora leo en Norman O. Brown:

La democracia no tiene monumentos.

No acuña medallas. No lleva la cabeza

de ningún hombre en las monedas.

Es iconoclasta. El sueño

es colectivo, aunque ni siquiera sea posible

conocer a quien sueña. Se detiene el tren,

va a adaptarse al ancho de vía.

Ya contaré el resto del viaje.




Miguel Casado

Deseo de realidad

Poesía reunida


Tusquets


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