CÁNCER, O LA FAMILIA
pero esto es un poema
inviolable
como el secreto de confesión
así que disimula
y sigue haciendo
como que no ves nada.
ITZIAR MÍNGUEZ
Y, sin embargo, vi palomas, estoy cierto, tuve apego a las manos
atareadas de mi madre.
CARLOS SAHAGÚN
Te detesto, mamá, te odio el rostro cuando escuchas de mis labios
la sentencia.
Quizá no te des cuenta, pero cuando hablas se conmueve el aire. Se
trata de algo minúsculo, como un crujido apenas perceptible,
aunque suficiente para cubrir con él al mundo y al instante.
No es la muerte, ni MI muerte
―no se trata de eso―;
sería más sencillo si tan solo fuera cosa mía, pero
es obvio que MI vida no me pertenece, como no te pertenece a ti
tampoco,
como no nos pertenece en ningún caso
la belleza transparente de la muerte.
De manera que ya sabes
que no me voy a levantar al tercer día y que tú no me echarás de
menos:
que la hondura, la extensión, la superficie de tu hueco de mí
no la llenarás con océanos de lágrimas.
No vuelvas a decir, mamá, que no te llamo.
Que tú no me echarás de menos, porque lo que habrá dentro de ti
será otra cosa.
Te detesto, mamá, te odio el rostro cuando miras a la nada y me
rastreas.
Si tú supieras...
Si tú supieras que ya no habrá más navidades.
Si tú supieras...
Si supieras lo que haría yo por coagular tus lágrimas antes de que
florecieran, y arrojar ese cristal dejos de ti.
No creo que te des cuenta, pero cada vez que dices fuego, una capa
de amparo se coloca sobre tu y se coloca sobre mi y nos abraza.
Decías cariño y rozabas mi mejilla con esa mano tuya que a veces,
áspera y trabajadora, olía como a lejía.
Dices
pantalla de terciopelo toalla con defines coche aceite
agua limpia pintura chino de porcelana alcohol
alcanforado arroz con leche domingos a la comba noche
de Un Dos Tres libros de Enid Blyton mañana de Retes
tardes de chinchón olor a café sombrillas en la playa pan
mojado en leche carrusel deportivo en la autorradio
Vacaciones Santillana la vida es una tómbola los dibujos de
la yaya que viva Espapa Mocedades:
porque el tiempo son palabras, son olores, son caricias, son
palabras.
Si fuera capaz, si lo pudiera
decir y no escribirlo
―decirlo sin la pluma―,
su supiera decir cuánto te quiero,
cuánto preciso que me quieras
igual que me querías cuando vine
con el llanto, con un grito de nubes
y estelas transparentes.
Sería más sencillo morir solo, sin las llamas de un hogar donde
esconderse.
***
¿Y contigo, mi amor?
¿Qué vamos a hacer contigo
si no tengo miedo de irme
sino solo miedo de quedarte?
Óscar Navarro Gosálbez
Carta astral
Prólogo de Carmen Juan y Sara J. Trigueros
Boria Ediciones
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