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sábado, 27 de febrero de 2021

SALITRE UN POEMA DE ANDREA ESPADA DE PENA DE PÁJARO

 

 

 

 

Salitre

 

 

 

Qué efímera la fruta

su paciencia elegante

su morir oxidado

¡Cómo pudre todo lo vivo!

ablandándose y ennegreciendo

retornando al inicio protector

caricia del árbol primogénito.

 

Qué cínico el silencio

ante el pulso de la voz,

verdad solemne e imperiosa,

voraz e irrefutable

de la descomposición.

 

Qué perversas las palabras

aquellas que no acuden

por el capricho de no quererse decir,

construyen paraísos de arena

desafiando su naturaleza indomable.

 

Qué risueña la tarde

que en su apetito dormido,

se deja hacer

camino de la nitidez oscura

sin retorno.

 

La muerte es salada

como una lágrima,

en su alegría pequeña revolotea

la mariposa

 

así de sencillo es.

 

 

 

Andrea Espada

Pena de pájaro

 

Amargord Ediciones


lunes, 22 de febrero de 2021

TRES POEMAS DE LO SUPERFLUO Y OTROS POEMAS DE ALBERTO SANTAMARÍA

 

 

 

 

UN EXPLORADOR

nunca puede conocer

lo que está explorando

hasta que lo ha explorado

 

he copiado estas palabras en mi cuaderno

 

sin orden

 

luego las he borrado

—la paciencia es un don

o una herida

me pregunto—

pero ahí siguen

presentes

como un latido

detrás del olor

a tierra

 

bajo la miseria plateada

de un lápiz ya casi sin sombra

 

ahí siguen

tatuadas en el papel

como pequeñas grietas

que un explorador

no es capaz de ordenar

 

también escribí

¿a dónde quiere llegar

alguien así

realmente?

 

lo copié

—la imaginación es una piedra en medio del desierto—

la misma tarde que

perseguimos eléctricas ardillas

junto al río

 

en Oxford

 

donde los parques cerraban

pronto

y las vallas teñían de herrumbre

los deseos

 

compartimos la merienda

con las ardillas

 

nerviosamente cogían el pan

sobre la hierba húmeda

 

y huían

 

no comprendimos entonces su secreto

pero sí nuestra felicidad

 

repítelo

 

un explorador

nunca puede conocer

lo que está explorando

hasta que lo ha explorado

 

la vida parece que depende

incansablemente

de lo que no se escribe

 

 

————————————————

 

 

APRENDER de un idioma

su sensación

de desastre

 

gramatical

 

la tensa sombra

de lo que

por decir

 

nunca será dicho

 

la miseria

 

de quien no tiene

en su lengua

la palabra

 

 

hambre

 

 

————————————————

 

 

¿HASTA DÓNDE eres capaz

de medir el miedo

y su peso?

No es una pregunta. Lo parece

pero no lo es.

Es la simple tensión

de quien

a su cuerpo

suma la línea

trágica

de la desesperanza.

Desesperar

tiene la forma

hueca

de un jarrón

en cuyo vacío

creemos hallar

el consuelo

del perdedor.

Perder, eso es.

Perder.

 

 

 

Alberto Santamaría

Lo superfluo y otros poemas

 

La Bella Varsovia


viernes, 19 de febrero de 2021

HABLAR EN PAXARIÑO UN POEMA DE OLGA NOVO DE FELIZIDAD

 

 

 

 

HABLAR EN PAXARIÑO

 

 

 

Puede

tocarse lo sublime con los dedos aún mojados de lejía

raspados por el estropajo y por un dios de la transparencia.

 

Puede una prepararse para ver apagarse

las tres luces

en el filme de Frizt Lang

y caer despeñada mente abajo

hasta poner los pies en la base de la conciencia

allí donde los azúcares alcanzan el punto almibarado

y a esa disolución no sabemos qué nombre ponerle

amor     límite     metacrilato

no sabemos.

 

Puede una pues

estar lista para el infinito

y mirar desde dentro el lenguaje sin temer

que las ruedas de la sintaxis nos pasen por encima del corazón

como los carros imperiales de Décimo Junio Bruto.

 

Puede una

ocultarse tras la máscara postmoderna y escapar del poema

y hacer del sujeto una sombre china.

 

Incluso puede

sentarse a verse crecer órgano a órgano

y perder

el conocimiento

en busca del placer.

 

Pero nunca puede una imaginar

que la sangre de su padre vaya a retrotraerse

precisa como el polen

hasta convertirlo en el niño que fue y que nunca se fue de él

guardado en el fondo de un arcón de cromosomas entre granos

de centeno y pobreza.

Eso no.

 

Y verlo tropezar en las sílabas como si fueran pedruscos prepalatales

llamar a su madre muerta hace cincuenta años

hacerse pis en el pantalón que llevaba en 1930

desaprendiendo a ser

como si los arados de Heidegger arrasasen su mente de tierra.

 

Por eso

cada vez que abandono el lenguaje verbal

y cojo su mano entre mis dedos

aún sentimos juntos

las veinte toneladas de haces de hierba y de maíz los diez millones de pacas

las veinte mil horquillas de estiércol arrancadas del albañal

los ciento cincuenta caballos del tractor y algún amor

regresa de repente

del centro comunal de alguna feria

y todavía su pecho me habla en paxariño

y sobre la punta de los pies de mi mente

entro

de la mano de mi padre

al Paraíso.

 

 

 

Olga Novo

Felizidad

 

Traducción y notas de Xoán Abeleira

 

Olifante Ediciones


miércoles, 17 de febrero de 2021

SEIS AFORISMOS DE HERIDAS QUE SE CURAN SOLAS DE JESÚS AGUADO

 

 

 

 

A un poeta se le reconoce, entre otras cosas, por el modo en que va dejando abiertas las puertas que traspasa. Un poeta no cierras las puertas. Un poeta, de hecho, escribe para convencer a los demás de la importancia que tiene dejar las puertas abiertas.

 

 

Heridas que se curan solas: mi poética.

 

 

Los aforismos corren mucho, pero su anhelo es detenerse. Se apresuran, en ocasiones despeinados y nerviosos, para llegar antes que sus compañeros a la cabeza de quienes los leen agavillados en libros o agrupados en colecciones. Forma parte de su poética, de hecho, este organizarse para una carreta, algo que no necesitan los libros de filosofía, que usan las frases como los ladrillos un edificio, o los de poesía, que dibujan con sus versos llaves para convertir cada página en una puerta. Por eso es tan difícil leerlos de seguido: porque, al cabo de poco, uno se enfunda el chándal y se suma a la maratón, con lo que cansa eso, o el uniforme de barrendero para retirar los desechados, una experiencia descorazonadora y triste.

 

 

La poesía, por muy exquisita que se ponga, es una especie de ciencia de los animales o de la animalidad, una zoología del verbo, y también el mejor método antinatural de hacerle preguntas a la naturaleza.

 

 

Una poética que confíe menos en las alegorías y en los símbolos del tiempo que en los pasos, los materiales, las impresiones, las geografías, los hábitats o la relación piel a piel con las cosas.

 

 

La poesía es, o debería ser, una propuesta de felicidad universal.

 

 

 

Jesús Aguado

Heridas que se curan solas

Aforismos sobre la poesía

 

libros de la resistencia


lunes, 8 de febrero de 2021

TULIA GUISADO ESTUDIO SOBRE NOVIEMBRE

 

 

 

 

Alimentamos al gato para que algo se apiade de nosotros.

Alimentamos al gato para que el amor exista.

Alimentamos al gato, al ratón, a todo un sistema necesario de entusiasmo, a una sociedad organizada en contra de la debilidad, la ternura y la caricia. La necesidad de abrigo.

Alimentamos al gato para que el amor suceda.

Alimentamos al gato porque en Siria un hombre los rescata y los cuida.

Mohammad Alaa, hay que decir su nombre.

Mohammad Alaa, conductor de ambulancias.

Mohammad Alaa, hay que decir su nombre.

No sé si sigue vivo.

Es nuestro deber alimentar al gato.

Es un deber alimentar al gato, y al ratón, si alguien lo sigue haciendo.

Es un deber proteger, volver sobre tus pasos, cuidar.

Es un deber resistir.

Es un deber.

 

 

 

Tulia Guisado

Estudio sobre noviembre

 

Huerga & Fierro Editores


sábado, 6 de febrero de 2021

EL PENSAMIENTO DEL POEMA DE MARIO MONTALBETTI

 

 

 

 

Pero en el momento de llegar al lugar en el que excluimos al sujeto, habrá que agregar lo siguiente. El ejercicio imaginario imposible con el comenzamos, el de dar un paso atrás para colocar al lenguaje entero delante de nosotros (como paisaje), sólo es posible darlo si no somos parte de ese lenguaje. Es el elevado precio que paga la prosa al hablar sobre el poema. De tal manera que el pensamiento del poema queda impensado aún para la prosa. Sólo es posible decir algo que ofrece sentido pero que no produce saber.

 

 

 

Mario Montalbetti

El pensamiento del poema

 

Kriller71ediciones


miércoles, 3 de febrero de 2021

CUATRO POEMAS DE LA SENDA DEL CIMARRÓN DE ANA PÉREZ CAÑAMARES

 

 

 

 

Ejercicio de humildad:

Sube a la montaña.

Intenta describir

todo lo que ves.

A cada cambio de luz

vuelve a empezar.

 

Ríndete.

 

 

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Como el sol y la escarcha se alían

para capturar la tela de araña

recortada sobre el mural del cielo:

de igual modo la vida me retiene.

 

Soy la culpable red de la que huyo.

Soy la presa inocente de mis presas.

Soy la luz, el veneno y el temblor.

 

 

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Comprendimos muy tarde que el clima es un ser vivo

y no líneas y cifras sobre un mapa.

Que la abeja era un ser complejo y caro

y en sus alas bailaba nuestra suerte.

 

Amamos la inmortalidad más que a la vida

y conseguimos dejar un legado

una firma indeleble, una herencia.

Nos tendrá en su memoria todo inocente

o animal que tachamos de la lista.

 

En un pasado puro reside el misterio:

cómo era ser Emily Dickinson

cantar al árbol son ser su verdugo

guardar el apocalipsis en un libro.

Dejar intacto el mundo detrás.

 

 

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Una mujer camina sobre la nieve

con la voluntad de un sirope de sangre

afilada como la hoz de una interrogación.

Se celebra el aniversario de los montes

y ella busca a los árboles cubiertos de encaje

los ramos de flores listos para cada mano

las guirnaldas para los supervivientes.

 

En el banquete quiere ser la niña traviesa

la abuela dormida y el regalo misterioso.

Quiere alisar rasos, aflojar corbatas

inflar globos, estirar manteles

disponer el musgo en los cuernos del alce.

Quiere ser la tarta y la tirita

bailar con el río y con la amapola

enmendar los miembros rotos con metáforas.

 

Pero sus ojos barren el paisaje

y solo encuentra un silencio de entierro.

Puso a enfriar el champán en los neveros.

Cocinó con coágulos de moras.

Escribió poemas de alegría y triunfo.

No vino a atestiguar ningún vacío

y ahora su discurso será elegía

y duda entre el silencio y la palabra.

Porque hablar demasiado tarde

es otra manera de matar la inocencia

es otra manera de hacerse cómplice.

 

 

 

Ana Pérez Cañamares

La senda del cimarrón

 

ya lo dijo casimiro parker