A un
poeta se le reconoce, entre otras cosas, por el modo en que va dejando abiertas
las puertas que traspasa. Un poeta no cierras las puertas. Un poeta, de hecho,
escribe para convencer a los demás de la importancia que tiene dejar las puertas
abiertas.
Heridas
que se curan solas: mi poética.
Los
aforismos corren mucho, pero su anhelo es detenerse. Se apresuran, en ocasiones
despeinados y nerviosos, para llegar antes que sus compañeros a la cabeza de
quienes los leen agavillados en libros o agrupados en colecciones. Forma parte
de su poética, de hecho, este organizarse para una carreta, algo que no
necesitan los libros de filosofía, que usan las frases como los ladrillos un
edificio, o los de poesía, que dibujan con sus versos llaves para convertir
cada página en una puerta. Por eso es tan difícil leerlos de seguido: porque,
al cabo de poco, uno se enfunda el chándal y se suma a la maratón, con lo que cansa
eso, o el uniforme de barrendero para retirar los desechados, una experiencia
descorazonadora y triste.
La poesía,
por muy exquisita que se ponga, es una especie de ciencia de los animales o de
la animalidad, una zoología del verbo, y también el mejor método antinatural de
hacerle preguntas a la naturaleza.
Una
poética que confíe menos en las alegorías y en los símbolos del tiempo que en
los pasos, los materiales, las impresiones, las geografías, los hábitats o la
relación piel a piel con las cosas.
La
poesía es, o debería ser, una propuesta de felicidad universal.
Jesús
Aguado
Heridas
que se curan solas
Aforismos
sobre la poesía
libros
de la resistencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario