UN EXPLORADOR
nunca
puede conocer
lo que
está explorando
hasta
que lo ha explorado
he
copiado estas palabras en mi cuaderno
sin
orden
luego
las he borrado
—la
paciencia es un don
o una
herida
me pregunto—
pero
ahí siguen
presentes
como un
latido
detrás
del olor
a
tierra
bajo la
miseria plateada
de un lápiz
ya casi sin sombra
ahí
siguen
tatuadas
en el papel
como
pequeñas grietas
que un
explorador
no es
capaz de ordenar
también
escribí
¿a dónde
quiere llegar
alguien
así
realmente?
lo
copié
—la
imaginación es una piedra en medio del desierto—
la
misma tarde que
perseguimos
eléctricas ardillas
junto
al río
en Oxford
donde
los parques cerraban
pronto
y las
vallas teñían de herrumbre
los
deseos
compartimos
la merienda
con las
ardillas
nerviosamente
cogían el pan
sobre
la hierba húmeda
y huían
no
comprendimos entonces su secreto
pero sí
nuestra felicidad
repítelo
un
explorador
nunca
puede conocer
lo que
está explorando
hasta
que lo ha explorado
la vida
parece que depende
incansablemente
de lo
que no se escribe
————————————————
APRENDER
de un idioma
su sensación
de
desastre
gramatical
la
tensa sombra
de lo
que
por decir
nunca
será dicho
la miseria
de
quien no tiene
en su
lengua
la
palabra
hambre
————————————————
¿HASTA
DÓNDE eres capaz
de
medir el miedo
y su
peso?
No es
una pregunta. Lo parece
pero no
lo es.
Es la
simple tensión
de
quien
a su
cuerpo
suma la
línea
trágica
de la desesperanza.
Desesperar
tiene
la forma
hueca
de un
jarrón
en cuyo
vacío
creemos
hallar
el
consuelo
del
perdedor.
Perder,
eso es.
Perder.
Alberto
Santamaría
Lo
superfluo y otros poemas
La
Bella Varsovia
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