EXTRAÑA ACCIÓN DE GRACIAS
No conozco a nadie en la mesa, excepto
al amigo que me ha traído, que sólo conoce
al anfitrión y a la anfitriona. Me acomodo en la silla
como una garceta, atenta y nevada. El hombre
que se sienta a mi izquierda es el hijo menor de un productor
[de cebollas.
Este año la lluvia ha arruinado la cosecha.
Lleva manchas de azul en la muñeca, porque anoche le
[estuvo
pintando el Chevy a su novia. Hablamos
de su hobby: construir coches submarinos. Desde
el muelle se metió con uno en el lago. Era agradable
moverse por debajo los patos, luego salir
del agua y tomarse unas hamburguesas. Nuestro anfitrión
acerca una silla y nos ofrece tres tartas diferentes.
Juega sañudamente a squash para sobreponerse a sus
[dolencias
de espalda. Su mujer casi se morirá,
en el baño, dentro de unos días,
atiborrada a pastillas. Pero de momento
las cosas aguantan. Incluso una miga en la comisura de
los labios de mi amigo. Alargo el brazo,
como si fuéramos marido y mujer, y se la
quito: es una ternura inconsciente que mi mano
roce un momento el rostro de mi amor
y así, sumergida, caiga pesadamente en el mar, rodeada por
[el clangor
doméstico de los platos
que se retiran. El chismorreo delante del fuego
nos pone nervioso, nos hace sentir torpes. Pronto
nos ponemos los abrigos y damos las gracias. Nos dirigimos
[al coche
por un banco de nieve fresca; me apoyo
firmemente en mi amigo. Volver a casa es mejor
que dormir; estampamos en el regreso las iniciales de
[nuestras ocurrencias, enunciadas
en voz alta, pero medio dichas, medio oídas. Sin embargo,
[es fácil
sentirse rescatada por su elegante conducción a través
del como no reconocido de las calles laterales. Su intimidad
en saber si estoy sin acompañamiento y ya
en casa, dividida, al acercarme,
como dos ventanas iluminadas por la luna, de noche, al
[otro lado del campo.
Tess Gallagher
El puente que cruza la luna
Traducción de Eduardo Moga
Bartleby Editores
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