ORLANDO
LETELIER (1932 – 1976)
Socialista, nombrado ministro de Defensa de Chile
por Salvador Allende en 1973. Sacado a punta de fusil de su Ministerio durante
el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Conducido a la isla Dawson,
sufrió allí tortura. Le rompieron los dedos de las manos (le gustaba tocar la
guitarra). Liberado un año después se trasladó a Estados Unidos. Fue elegido
directos del Instituto de Ámsterdam y Washington en 1976. Viajó por todo el
mundo para explicar la verdad de lo que ocurría en su país. Fue asesinado en
Washington mediante la colocación de una bomba en su automóvil, atentado
cometido por exiliados cubanos bajo el control de la policía secreta de Pinochet.
Ocurrió el 21 de septiembre de 1976. Supe la noticia dos días más tarde, justo
cuando Yves, mi hijo, venía al mundo. Aquella noche escribí este poema:
Alguna
vez te visitaré
le digo
en tus
montañas
hoy
asesinadas
se
agitan los pedazos
ha
venido para quedarse
vive en
muchos lugares
muere
en cualquier parte
está en
esta habitación
entre
las páginas
de los
libros abiertos
no hay
una sola manzana
en los
árboles
ni
amontonada con los frutos de este año
que no
tenga para él
el
color de los regalos
nunca
más habrá de encarar a la muerte
no hay
un precipicio
que su
cadáver no haya
sobrevolado
el
silencio de su voz
leve y
dulce como hoja de haya
estará
a salvo en la foresta
nunca
le oí hablar
en su
lengua materna
salvo
cuando decía el
nombre
de los patriotas
las
nubes se expanden a ras de hierba
más
veloces que ovejas
nunca
te pares
él se
palpa el corazón
siempre
firme
mientras
se sitúa en el centro de Chile
y luego
sobre el ojo de Santiago
por
donde ahora pasa
Ante la
fortaleza de la injusticia
encuentra
juntos a muchos
adornados
con la delicadeza de la razón
y habla
allí
de lo
que hay que hacer
entre
las piedras
de lo
que deben hacer
no los
gigantes
sino
las mujeres y los hombres
que lo
contemplan despedazado
porque
fue coherente
al que
pusieron otros una bomba
porque
fue molesto
al que
asesinaron para asesinarlos
a todos
pero
nunca se oirá su voz en un lamento
ni
renegar de lo que cree
los
renegados fueron
los que
escogieron para la historia
el día
de su asesinato
Ha
vuelto
con la
primavera
justo
cuando florece el rojo sangre
el
fresno de los montes
aunque
no pertenezca al tiempo
de las
estaciones
pues
pertenece a los torturados
aquí
estará en la primavera
cada
primavera
hasta
que las estaciones vuelvan
a
explotar
en
Santiago.
John
Berger
Siempre
bienvenidos
Traducción
de José Luis Moreno-Ruiz
Huerga
y Fierro editores
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