PALABRA
DE ÁRBOL
No
conocí al que murió en el vientre de mi madre. La abuela lo recogió, dijo que
era grande como un guía y lo puso en
el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi higuera preferida.
Yo pasaba tardes enteras bajo el gris
áspero de las hojas del árbol, esperando que naciesen higos. Cogía al fin el
fruto blando y tocaba su piel negra que después deshacía en tiras. Cada hilo
era una puerta para adentrarme en mi hermano muerto y lo paladeaba al ritmo
lento de un viajero antiguo. Luego rompía con los dientes las semillas menudas
del interior. Ellas contenían palabras, voces que subieron por la savia de la
higuera.
Los otros niños crecieron descubriendo
aventuras. Para mí, crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar los
mensajes que un muerto me enviaba desde sus frutos.
Alguien quiso una ceremonia devota en
aquel lugar. De la cartera de mi ojo derecho saqué una lágrima inmóvil. Una
lágrima petrificada que se transformó en blasfemia de fuego cuando la deposité
en la escudilla situada a los pies de los ídolos.
RETRATO
DE FAMILIA
Caminan con parka, chaqueta, camisa y
pantalón reflectantes. Todas sus prendas son verdes. También las cerdas de las
largas escobas que empuñan.
Los barrenderos de París se desplazan
emitiendo una música compuesta con añicos de vidrio, papeles y residuos
nocturnos. Los compases de su música se unen con risas y conversaciones caídas
al suelo.
La mayoría de los miembros del equipo
desobedece las normas habituales de la ciudad. Hombres reclutados en abismos
psicológicos se comunican por gestos. Distribuidos en pequeños grupos,
arrastran contenedores llenos de hojas, colillas, polvo, guijarros. Recogen la
alegría rota en las fiestas.
Desde la lejanía veo un desierto humano:
con las últimas luces de la tarde, un barrendero solitario habla su muchedumbre
interior en una calle despoblada.
Al mismo tiempo que termina la jornada, su
monólogo barre nuestras sombras.
Jóvenes, viejos y niños se asoman a las
ventanas. Observan al barrendero y en él reconocen al padre, la hermana, una
amante, un antepasado desaparecido.
Francisco
Javier Irazoki
Palabra
de árbol
(Antología
poética, 1976 – 2020)
Hiperión
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