I
Hubo un
día hace tiempo en que soñaste
con un
hogar alegre en una tierra
distinta
de esta otra en la que vives.
Una
dulce muchacha me sonríe
agarrada
del brazo de su padre.
camina
entre los bancos de la iglesia
por las
alfombras rojas
que
suben al altar,
recubierto
de un manto bordado con escudos
y una
corona regia.
Esta
muchacha sabe que es la hora
en que
un anillo enlaza lo que el cuerpo
ya
había prometido con su entrega.
A ella
miran nerviosas las familias
presentes
en la fiesta de la boda.
Esta
joven tendrá la casa de sus sueños,
y dos
niños pequeños que se duerman
con la
simple lectura cada noche
de
cuentos en la cama
nada
más acostarlos.
Pero
ignora
las
marcas de los puños del marido
en las
puertas del baño y la cocina.
Los
escudos raídos.
La
corona quemada.
Qué
lejos queda ahora este banquete,
los
besos aplaudidos,
el vino
y la ternera.
De
aquella ingenuidad de tu sonrisa
sólo
quedan las briznas de estas fotos.
Ariadna
G. García
Apátrida
Hiperión
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