Estuve
dentro de un poema de Pessoa. Era por marzo
y luego
por la edad. Andaba entonces del lado del amor,
desvivido.
Por eso lo recuerdo. Densidad de la piel
y de la
carne, que es cadena —en qué piensas—, una mutilación
cada
silencio. En torno mío no veía sino el fracaso
y la
muerte, ningún sueño excepto la pasión por nombrar
lo
intraducible. Pues era falsedad la calle desde
mi
ventana, asomado al poema que me sabía casi
de
memoria, de parte a parte dentro de mi elegía
sin
lucidez, sin sueños —en qué piensas—. Es cierto
que
podía salir de la ventana de los parques
de
octubre, al campo incluso —en qué piensas—. Pese
a que
también es cierto que el amor desgasta y es algo muy
moliente,
tan común como nosotros, que buscábamos
refugio
en las caricias huyendo de la vida
y la abstracción
que nadie frecuentara. Hemos
envejecido
mucho desde entonces mas nunca
me he
quitado de encima al fingidor, ni tanta
realidad,
ni tanta metafísica, ni el saludo
de
Esteves hecho añicos, ni la sonrisa
del
estanquero haciendo agua. Y todo por no
cruzar
al otro lado de la calle, que fatigaban
con los
pies en el suelo los que no pasan
por
este mundo para envanecerse desde su escritura.
—PLAYBACK—
Fermín
Herrero
El
tiempo de los usureros
Ediciones
Hiperión
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