PISO la
luz sobre los vertederos
de
Cantamilanos. Vienen
las
moscas hambrientas. Liban
en el
algodón sangriento
de los
hospitales.
Veo
lejanas
cercas: espinos
sobre
la yerba en los pastos
de
Villabalter.
Ya
viene
la
última luz.
Me
rodean
causas
invisibles.
Ando
sobre
las pisadas negras
de los
mendigos.
Me
acerco
a las
tejeras.
Después
entró
en mí:
no hay
ya temblor
viviente
en mí.
Sólo
hay luz
acariciando
mis huesos.
Bajo
las bóvedas, miro
la
oscuridad y no veo
la
oscuridad: veo luz
en su
negación.
Así
es el
olvido: recuerdo
deshabitado.
Así es
tu
cuerpo en mí.
Tú no
lloras
loca en
el amor. No advierto
aquel
rumor de tus párpados
ni tus
cabellos ardiendo
en mis
manos.
De mí
han
huido
los rostros y
no me
reconozco.
¿Ha
cesado
ya la mentira
en mi
corazón?
¿Soy
yo,
ser de
soledad, un cuerpo
vivo en
su agonía?
¿Soy
la
semejanza de un sueño?
¿Así es
lo
cierto imposible?
Ahora,
en
Villabalter están
latiendo
campanas.
¿Quién,
ahora,
también, en mí,
está
creando el silencio?
Nada es
verdad. En la sangre
no se
alimentan los insectos.
Los
grandes mendigos nunca
pisaron
los vertederos.
En
Villabalter no hay
yerba;
la yerba fue
abrasada
por el hielo
bajo
los espinos.
¿Quién,
aún,
obstinadamente,
piensa
el tiempo?
No
lo sé.
¿Siempre
es nunca?
Puede
ser.
Es
igual. No lo comprendo
pero lo
comprendo.
Es
un
error sin importancia.
Yo soy
un error. Tú también
eres un
hundido
en mi
corazón.
¿Lo
ves?
Eres mi
error y te amo.
Luz de
mi agonía, ven.
Antonio
Gamoneda
Esta
luz
Poesía
reunida
Volumen
2 (1995, 2005-2019)
Galaxia
Gutemberg
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