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Hay veces que temprano bajamos hasta los jardines del Prado y asistimos al aseo de los mendigos. La fuente, el jabón escaso, las mantas desplegadas sobre el césped. El hombre y el peine desdentados, un grupo de turistas japoneses cruza fotografiando la escena, milagrosamente, sin vernos. Un hombre dobla su abrigo satisfecho de supervivencia. La anciana intenta salvar la profundidad de un charco; se empeña y lo consigue. Hay una mujer pintándose los labios guiada por el espejo de un automóvil y un muchacho se picotea el cuerpo como un pájaro hacendoso.
La mañana cuaja en estos quehaceres y mientras el frío se apacigua, Olvido y yo desayunamos el zumo de una naranja amarga.
13
Olvido alimenta a una cría de pájaro con su boca. Pico contra pico, ambos conscientes de su posible agresión.
38
Olvido sabe escuchar las voces de los muertos. Por ello nos adentramos en el bosque hacia el lugar donde encontraron a la niña perdida.
Siempre tengo miedo cuando ella se ocupa de estas cosas y voy tras sus pasos, dando tumbos, por la fragilidad del mundo y su frontera. Llegamos. Olvido toma asiento en el preciso lugar del hallazgo y como un animal que sobrevive a todos los diluvios, toca, huele, atenta hasta dejar que la niña muerta hable por su boca y diga:
«Hace días que llueve y la tierra resbaló por mis pachos hasta dejarme el cuerpo al aire... La tierra dura me lastimaba, pero el agua hizo de ella un barro fino que me dejó salir... He pasado el tiempo sin saber que había muerto... Llevaba días aquí desencontrada, con la carne dispersa entre los helechos y las piedras... Entonces no ser más que el silencio de este bosque... La violencia cesó cuando la muerte vino..., y ahora dejadme en paz y tapad,e, no me gusta estar así delante de la gente».
Olvido hace silencio después de aquel discurso embrionario. La toco y la regreso. Silencio, hasta que con claridad percibo sus señales.
Entonces, tapo con los labios el agujero de su boca mientras arropo con mi abrazo el cuerpo de mi Olvido y, como si de un Lázaro nuevo se tratara, hago que se levante y ande.
Graciela Baquero
Crónicas de Olvido
Colección Genialogías
Ediciones Tigres de Papel
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