DEJAD EN PAZ DEL HOMBRE LA CORTEZA QUE SALE EN SU
DEFENSA
desistid
en atizar a este tizón incandescente
que se
pierde inmediato en la senda de su frío
y
hágase presente
la
delicada piel de la palabra hierro
Con
esta madera muerta cargo
y
asciendo arácnido por la hebra de hilo, el edificio
y los
cartílagos
si algo
forma parte del entorno, eso soy:
ungüento
y aceite. Pócima
ahora,
que la procesionaria no hace tanto estrago
y no encuentro
historiales de roturas
Cuando
despierte cerraré el trato
desconozco
a dónde iré con este daño y la boca partida
si no
es hacia otro punto cardinal oculto en la superficie
[del
espejo
y el
reflejo que me atiende esta mañana dirige la vista hacia
[otra
latitud
aseo mi
barba, aseo mis dientes, aseo
la
oquedad de mis oídos
por
asear aseo el cabello lacio y casposo
ápice y
penacho
que
embellece a una mazorca
cuánto
aseo, me pregunto, para tanta fisura
[interminable
sin
embargo, sigo percibiéndome desagradable
[en mi
caligrafía
de escarabajos
Indago
en la rebañadura de las uñas
no sé
qué raíz encontraré
o
semilla olvidada antaño
cerca
de la roca original
me
reservo mi derecho micelar a fabular
en el
compromiso del poema
mi
madre es una Araucaria que vuelve
[a
guiñarme un ojo
y tarde
o temprano sé que me comeré
[sus
párpados.
Gsús
Bonilla
El
mundo florece para ser escrito:
Cuadernos
de un ecosicario
[La
negligencia del jardinero]
La
oveja roja
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