EL HILO
ROJO
Hablemos
de la duración de tu sombra sobre mi nombre,
de los
nudos del hilo rojo que he roto a mordiscos otra vez:
sin
amor no hay desgarro. Faltas, como siempre, tanto,
que los
relojes de todas las habitaciones se detienen,
que los
relojes del mundo se detienen a esperarte,
y aún
así, no llegas. La magia de tu umbral es
aquella,
que observa la repetición de mi ansia de fuga
con la
frialdad del asesino que sabe amar, y aparece al final;
la
presencia basta, como no bastan las palabras ni el tiempo,
se
olvidan mil páginas en blanco, a cambio de un cuerpo y una voz,
y el
ciclo comienza. Hay que sanar como se deshace un ovillo.
Pero
hablemos de la duración del desencuentro,
como de
una función que nunca termina, una vida,
la
imposibilidad de descanso sin que llegue la noche;
así
dura lo que no debe durar.
Cómo
parar este motor, como detener la inercia,
cómo se
frena el corazón.
Ana
Vidal Egea
Todo
este espacio
Prensas
de la Universidad de Zaragoza
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