MIERDA
DE GATO + TACONES
Recuerdo
cuando murió mi abuelo
los
besos de los familiares
y yo
allí
un niño
de siete años
sin
saber qué sentir
imitando
la tristeza
de unos
rostros
con la
mirada cosida a un cuerpo
que
llenaba el ataúd, como las golosinas
que
hasta hacía poco me traía los domingos
(mierdas
de gato, así las llamaba)
visibles
a través del envoltorio,
pensando
que todos acabábamos adoptando
la
temperatura de un tabón de madera
que ahí
residía
la
fusión definitiva con lo que nos rodea
Las
miradas eran un campo de vectores
apuntando
a la singularidad definitiva
He
atisbado la misma actitud concentrada
en los
andenes de metro
cuando
una joven de dolorosa belleza
barre
con sus tacones
los
últimos restos de sueño
del
párpado de los viajeros
Javier
Moreno
Cadenas
de Búsqueda
El Desvelo Ediciones
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