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lunes, 17 de julio de 2023

SIETE POEMAS DE EDUARDO MOGA EN MI PADRE

 

 

 

 

Mi padre me llevó una vez a una conferencia de un orador famoso en el hotel Ritz. En el turno de preguntas, se puso de pie e hizo una.

 

 

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Mi padre recordaba los bombardeos de Barcelona de la aviación fascista. Sonaban las sirenas, su madre lo cogía de la mano y bajaban corriendo las escaleras de la casa hasta el refugio del metro más cercano. Allí esperaban a que el ataque acabara. A veces, tenían que pasar la noche en los túneles.

 

 

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Mi padre era un muerto de alquiler. Cuando venció el plazo de arrendamiento del nicho, unos operarios sacaron el ataúd del agujero y traspasaron los huesos, enredados en jirones del sudario, a un féretro más pequeño. Luego lo llevamos en el portaequipajes del coche Chalamera, con varias maletas, algunos juguetes viejos y una nevera portátil. Allí lo metimos en la tumba de la familia.

 

 

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Una vez vi deambular a mi padre por las calles del barrio. Entraba en un bar y salía. Luego en otro. Parecía ausente, sin rumbo. No le dije nada.

 

 

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Mi padre recordaba haber visto caer en el pueblo a un paracaidista alemán durante la guerra. El aviador sacó la luger, aterrado, pero no disparó a nadie. Le quitaron el arma y se lo llevaron. Nunca supo qué le hicieron.

 

 

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Mi padre me acariciaba el pelo, cuando, tumbados en la cama, veíamos juntos la televisión.

 

 

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De niño, me gustaba jugar con los pies de mi padre en la cama. Le movía los dedos, le arañaba las durezas. Mi hijo, de pequeño, también me acariciaba los pies a mí.

 

 

 

Eduardo Moga

Mi padre

 

Ediciones Trea


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