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Y más
allá de cuanto el sol propone
la
verdad reivindica su oleje;
no
quiero hablar, no quiero ya otro traje
más que
el que tu atrevida voz me pone;
no hay
sombra que en tu rostro no emocione,
no hay
para el mar ajeno maridaje,
no hay
detenida luz, y no hay lenguaje
que en
tempestuosa calma desentone:
son las
olas del tiempo emocionadas
que
rompen suavemente al aire puro,
limpia
revolución de las miradas,
son la
voz primeriza que en lo oscuro
traza
la forma que las alambradas
arrumbará,
cargada de futuro.
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44
A JOSÉ
BLANCO
Ya veo,
José, amigo, que estás bien
dispuesto
a caminar. De eso se trata.
El que
se queda quieto es quien se mata,
hay que
vivir el mínimo vaivén.
Yo, por
mi parte, creo que también
me
muevo, vale más meter la pata
que
quedarse a mirar cómo nos ata
la soga
al cuello algún que otro desdén.
Seguir
el río de la tinta es bueno,
desembocar
es siempre la tarea,
hasta
el dolor se vuelve más ameno.
Y
después, el sabor de la marea,
y las
olas vitales de lo ajeno,
y
seguir como siempre en la pelea.
Javier
Aguirre Ortiz
La
primavera vez
Editorial
Nagauros
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