UNA
PALABRA PARA CADA MUERTO
[cuando el
mar se hunde]
Mira la
primera letra. Y esta última, infructífera,
teneduría
sexual, espetera.
Allí
Cervantes colgó la pluma y el plumón.
Es un
pasatiempo, aunque las cartas fueran angustiosas y
en el
reino de los silencios quien no contesta
seguirá
comiendo de
la misma carne.
Dios, el único insecto
líquido, se
hizo también hombre
comestible. En la
boca
del arrancadero, soez.
Cervantes
lo hizo contra todos los fueros de la muerte.
El
gordolobo es amarilla. Te la encuentras cuando el paseo
es un
modo ligero de exactitud. Tres tazas
al día para
pulmones
y picaduras de pulga.
Al otro
lado, dorso o cruz, lo verdadero se hace esperar y
vive a
expensas.
La
balleuca o avena mala, es su estado de plántula, apenas
se
distingue del cereal que coloniza.
Es curiosa
la asociación o
cenital evidencia. Hablar,
ponerse
de acuerdo, analizar las telas del
juicio, mirar
a
través de lo inconveniente.
En 1615
Cervantes quiso revertir la duración.
Otras
plantas no da, no quitan, están ahí porque siempre
han
estado, más aún si ignoramos el
nombre. A veces
palabra
y nombre son cosas distintas,
ocasión, orden
sucesivo,
vale también lo que se bebe de un golpe.
Las
veces y los panes es una broma, claro.
No lo
es que supere la facultad de cualquier criatura.
El
viejo quiso ser fiel y puso en el cesto confetis y la
pestaña
de siempre.
Se
advierte que se agotó esperando la vez.
Las
maravillas no pueden
quedarse quietas, es un
error.
Es un
error y una canallada llenar de caolín los ojos del
búho, y
luego lamentarlo
la
palabra deriva del nombre de la montaña Kao-Ling
san,
China
oriental.
¿Por
dónde íbamos? Íbamos en que los poetas americanos
Con limonada
tibia y aguardiente regaron la tierra de
Donde.
Claudia Rankine
se ocupó del
responsó: todo poema
necesita un
cuerpo, dijo del
modo más antiguo
que
pudo.
Francisco
Layna Ranz
El
perro y la calentura
[trashumancia
de los poetas americanos]
Ril
Editores
No hay comentarios:
Publicar un comentario