BOLERO FRÁGIL*
En las
noches de amor es difícil escuchar el viento.
Nadie
piensa en las mañanas de Reyes
en las
que habrá que amontonar unos
libros,
pocos, y cuatro fotografías.
Noches
en las que «llueve y llueve»
como si
fuera hacerlo para siempre
y hay
que sostenerse en los claros
que la
luz musita. Reflejos de arco iris
desvaído
que acorta distancias
en
mitad del invierno. Suena Ruibal
en spoty y te da por soñar con las glicinas
y los
alhelíes de la Alhambra,
en el
breve dormitorio donde se dirime
el mar
pequeño antes de dormir.
Y
ahora, sí, escuchas el batir de las puertas,
desencajadas,
la madera que cruje
y se
hace fuerte en este silencio arrecido.
*Después de haber escuchado el mensaje que ha llegado en medio de la
noche, cierras con cuidad lo puerta del jardín primero y de la cocina después.
Derramas la leche al preparar un café que se enfriará en la taza. La luz de la
campaña volverá a quedarse encendida.
Lara López
Derivas
Prensas
de la Universidad de Zaragoza
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