HAY POEMAS
Hay
poemas
que
nunca se escriben,
que
sólo se agitan de un lado a otro
de la
mente
como
escritura aérea
en un
día tranquilo:
lentamente
la primera palabra
se deja
llevar hacia el oeste,
las
últimas letras se disuelven
en la
lengua,
y lo
que se deja
es el
azul puro
de la
intuición, sin nubes
ni
consuelo.
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UN NOMBRE
Para
Susan que se volvió Shoshana
David
significa querido.
Pedro
es piedra. Me pusieron el nombre de
Linda
que significa hermosa
en
español —un idioma que
nunca
aprendí.
Incluso
desnudos
llevamos
puestos nuestros nombres.
Al
final, los dejamos atrás
grabados
en los escritorios
y en
las lápidas, dedicados
en las
hojas de guarda de las biblias
en las
que adelante
Dios
nombra a las generaciones
de Sem,
Cam y Jafet.
Homero
hechizó con nombres
al
ofrecernos el catálogo
de los
guerreros y sus barcos
que les
leo a mis hijos para que duerman.
Hay
tantos nombres en el camino
como
hojas en octubre;
arden
brevemente en la lengua,
y su
humo podría convertir
el
cielo de la mañana en crepuscular.
¿Recuerdas
al niño de siete años
que
recorría solo el holocausto
y que
perdió no la vida
sino el
nombre? ¿O al príncipe al que
robaron
el nombre junto al reino?
Cuando
me convertí en señora de mi marido
y uní
su nombre al mío
me
sentí tan cambiada
como un
niño
al que
un cura asperja
con
agua y para quien el nombre
le
reserva un lugar en el cielo.
Linda
Pastan
Esperando
mi vida
Traducción
de Jonio González y Rosa Lentini
Ediciones
Igitur
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