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viernes, 17 de junio de 2022

UN POEMA DE LOS HUESOS DE MI ABUELO DE ESTHELA CALDERÓN

 

 

 

 

XI

Mi abuelo engulló las cúspides

y cultivó en su corazón todas las alegorías

que trajeron las almas, y él fue un todo detrás del Otro Mundo.

Nahualpilli podía dormir

porque mi abuelo era su hermano taciturno,

silencioso como el frío que, sin mediar palabra, congela los latidos.

 

A veces era mudo y meditabundo.

Tirado sobre su vieja colcha,

parecía un Garrobo a las dos de la tarde,

Su piel era así, carrasposa y aguantadora.

 

Él me protegió desde que nací,

desde cuando mi madre fue cazada y domesticada su memoria

y mi abuela había huido entre las grietas de un invencible Guayacán

con la daga de cincelar las cuentas de su raza.

Fui salvado por una serpiente, haciéndome tragar por ella

expulsándome luego en la colcha de mi abuelo

que agonizaba mirando la Cruz del Sur,

en un recodo del río de las vergüenzas,

una señal que auguró las colosales desdichas venideras.

 

Lloré de hambre en las costillas de mi abuelo.

Yo no sabía caminar y él era un moribundo

cuyo alter ego atravesó el laberinto

de llamas y basura con paredes de metálicas cervezas

humedecidas por la brisa del insecticida

que deformaba el alma de las Magnolias.

Iba escudriñando el suelo

para dar con una obsidiana parida por las vírgenes

que pudiera auxiliar y proteger a mi abuelo.

 

Vi cuando alargó una garra al universo

y trajo hasta mi boca granos dulces de Cacao.

Y con la otra encontró en la orilla arenosa del rio

la piedra guerrera marcada para luchar.

Negra piedra que repartió las puntas

que rajaron las entrañas de la corona.

 

Los dos fuimos alimentados también por su soplo

de donde brotaron los bocados de Hongo y Lobelia.

Trajo consigo los espíritus de la Chacruna y el Yagube

enviados por los ancestros de mi abuelo

para entender el lenguaje de las almas,

y Nahualpilli le fue entregado como hermano.

 

 

 

Esthela Calderón

Los huesos de mi abuelo

(Eco-poesía sin fronteras)

 

Antología bilingüe

 

Selección y traducción: Steven F. White

Introducción: Roberto Forns-Broggi

 

Amargord Ediciones


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