Cae la oscuridad y yo enseño los dientes
a los sabuesos infernales que me persiguen
en el camino a ninguna parte.
Charles
Simic
Nos
reunimos para comer, los niños partieron una piñata, nos dimos nuestros
regalitos de Navidad. Incluso había pastel sin azúcar. Por la noche, vino a
buscarme alarmada la cuidadora de mi madre: se había caído de la cama. Un
atadijo de huesos asustados. Fue difícil subirla a pulso, incluso entre los dos.
Un atadijo de huesos con pañal, más desprotegido que un venado con las patas
rotas. Eso es lo que vi exactamente: un venado con las patas rotas,
resistiéndose. Tres pastillas extras para dormirme hoy y la convicción de que
los sabuesos te alcanzarán de la peor manera posible, no importa cuánto corras
y cuánto creas que puedes enseñar los dientes.
Perseguir
el relámpago, apostarle a lo extraordinario aunque sepas que lo ordinario se
impone siempre. Perseguir el relámpago en una intoxicación de dopamina. Tengo
tres cuadernos grandes y varios pequeños, llenos todos de fiebre. Un día de
estos te los muestro. Yo también estoy cruzando un puente. Se parece al tuyo,
pero tiene sueltas tablas diferentes. Tal vez en eso consisten las personas: en
puntos que duelen, en tablas que crujen. Pero somos iguales en esto; yo también
estoy cruzando un puente sin orillas.
Luis
Arturo Guichard
Yo
también estoy cruzando un puente sin orillas
Ediciones Liliputienses
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