El ascenso
En mi
vida anterior yo era un perro, un muy buen
perro,
y por eso me ascendieron a humano.
Me
gustaba ser perro. Trabajaba para un granjero pobre
cuidando
y arreando a sus ovejas. Los lobos y los coyotes
trataban
de burlar mi vigilancia todas las noches, pero jamás
perdí
una oveja. El granjero me premiaba con buena comida,
comida
de su propia mesa. Puede que fuera pobra,
pero
comía bien. Y sus hijos jugaban conmigo,
cuando
no estaban en el colegio o trabajando
en el
campo. Tenía todo el amor que un perro
podía
querer. Cuando me hice viejo, trajeron
otro
perro y le enseñé los gajes del oficio.
Aprendió
rápido, y el granjero me llevo a vivir
con
ellos a la casa. A la mañana le traía
las
zapatillas al granjero, porque él también estaba
envejeciendo.
Yo me estaba muriendo lentamente,
poco a
poco. El granjero lo sabía y traía
al otro
perro de vez en cuando a visitarme. El otro
perro
me divertía con piruetas y caricias
con el
hocico. Una mañana no me
levanté.
Me enterraron al ladeo del arroyo
a la
sombra de un árbol. Ése fue el fin de mi vida
de
perro. Por momentos la echo de menos y me siento a llorar
al lado
de la ventana. Vivo en una torre de apartamentos
que
mira a otras torres de apartamentos. En el trabajo
estoy
en un cubículo y casi no hablo con nadie
en todo
el día. Ésa es mi recompensa por haber
sido un
buen perro. Los lobos humanos ni siquiera me ven.
No me
tienen miedo.
James
Tate
Cómo se
elige al papa
Edición
bilingüe
Traducción
de Ezequiel Zaidenwerg
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