Cenizas
En la
región de Juan Frío
en el
municipio de Villa del Rosario
a
orillas de río Táchira
construyeron
un horno crematorio
para
desaparecer cadáveres
producidos
en Cúcuta y los Llanos.
Las
prácticas de antes eran más
rudimentarias:
quemaban
los cuerpos en cualquier parte
con
llantas de camiones,
pero en
el monte
quedaban
pedazos de la gente
que la
Fiscalía podría reconocer.
“Yo
recibo órdenes, de políticos y
militares
para no
aumentar las cifras
de
homicidios del país”
Explica
en una audiencia Armando
Rafael
Mejía, alias Hernán.
El
horno lo pensó Carlos Castaño y lo
concretó
un hombre apodado Gonzalo.
Pregunta
la Fiscalía: “¿Y los
restos
que no se incineraban,
como la
mandíbula, los dientes o las
prótesis?”
Respuesta
de alias Hernán: “Se
quemaba
totalmente todo. Doctor,
a eso
se le echaban un balde o tres
de agua
y
eso se
volvía nada”.
“Pero
yo no me ponía a mirar
porque
eso es duro, doctor,
eso de
incinerar y desaparecer
gente”
Continúa con su testimonio.
Ya no
necesitaban llantas,
tenían
nuevas y más eficientes técnicas,
una
infraestructura,
para no
dejar pistas,
para
que en vez de cuerpos
no
hubiese nada.
Sin
embargo, después de cada quemazón
casi
siempre quedaba un polvillo negro
que ya
no se calcinaba más.
Se
procedía, entonces, a
enterrar
las cenizas cerca de los árboles
que
después de un tiempo
florecían
o daban
frutos dulces y sabrosos.
Santiago
Rodas
Materiales
inestables
Ediciones Liliputienses
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