EL RELATO DE UN DÍA
I
Cuando
esta mañana como de costumbre me despertaron
las
delgadas rayas de luz que se colaban por la persiana
lo
primero que pensé fue que la naturaleza de la luz
era su carácter
incompleto…
Me
imaginé la luz tal y como existía antes de toparse con la persiana…
lo
frustrada que debía estar, como una mente
embotada
por demasiados fármacos.
II
Al poco
me encontraba
sentada
a la estrecha mesa, a mi diestra
los
restos de un pequeño tentempié.
El
lenguaje me llenaba la cabeza, una euforia desenfrenada
alternada
con una profunda desesperación…
Pero si
la esencia misma del tiempo es el cambio,
¿cómo
puede algo convertirse en nada?
Esta
era la pregunta que me hacía.
III
Bien entrada
la noche seguía sentada, pensativa, a la mesa,
hasta que
sentí la cabeza tan pesada y vacía
que me
dieron ganas de acostarme.
Pero no
me acosté. En cambio, apoyé la cabeza sobre los brazos
que
había cruzado frente a mí en la madera desnuda.
Como un
polluelo en un nido, la cabeza
descansaba
sobre los brazos.
Era
época de sequía.
Escuché
al reloj dar las tres, luego las cuatro…
En ese
momento me puse a pasear por la habitación
y poco
después fuera de ella, por las calles
cuyas
vueltas y revueltas me eran tan familiares
en
noches como esta. Dando vueltas y vueltas caminé,
imitando
instintivamente las agujas del reloj.
Mis
zapatos, cuando bajé la vista, estaban cubiertos de polvo.
Para
entonces la luna y las estrellas habían desaparecido.
Pero el
reloj seguía brillando en la torre de la iglesia…
IV
Así que
regresé a casa.
Me quedé
un buen rato
en la
entrada, donde acababan las escaleras,
negándome
a abrir la puerta.
Salía
el sol.
El aire
se había enrarecido,
no
porque tuviera más sustancia
sino
porque no quedaba ya nada que respirar.
Cerré
los ojos.
Me
debatía entre una estructura de oposiciones
y una
estructura narrativa…
V
La
habitación estaba tal y como la dejé.
La cama
en el rincón.
La mesa
bajo la ventana.
Y la
luz se batía contra ella
hasta
que levanté la persiana,
momento
en el que se redistribuyó
como un
parpadeo entre la sombra de los árboles.
Louise
Glück
Noche
fiel y virtuosa
Traducción
de Andrés Catalán
Visor
No hay comentarios:
Publicar un comentario