El
mar tiene otro tiempo que no alcanzamos a medir.
Podemos
acercarnos con compasión los vientres de las ballenas de hierro que guardan la
esperanza de un puerto.
La
duda antigua de que la esperanza es vana tal vez explique el desasosiego que
produce un mercante en mar abierta a la espera del atraque.
Porque
el mar tiene otro tiempo.
Y
por eso, tal vez, la playa sea ese lugar mágico inasible de diciembre.
En
otro tiempo, ese barco que espera estaría cargado de esclavos y fiebre amarilla.
Es posible que el tiempo a la orilla intente decirnos algo que seguimos sin
lograr entender.
¡Que
nuestra alegría sea tan cierta como nuestra ternura!
¡Feliz
feroz 2022!
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