alta
costura
en el
rasguño habitual de con nueve años
cargar
en hombros a los imposibles del mundo
acompañé
varias veces a la abuela
en las
visitas a doña julita costurera
diestra
en el arte de desenvainar historias
y
hablar por las costuras
un día,
mientras la abuela a las flores
el
tejido se convertía en medidas drásticas
y me
cabía, esperando en el pasillo, leer el futuro
en las
galletas lenguas de gato
pasó
arrugado el marido de la costurera
vestido
de negro y de metro en la mano
indagué,
en cuanto pude, si también él era costurero
algo
que doña julita enseguida
(con innúmeras
cabezas atisbando
desde
la boca donde guardaba el corazón)
negó,
aseverando: es el dueño de la agencia funeraria
justo
aquí al lado
pero en
el fondo —añadió— ambos trabajamos
el
mismo arte
porque
amar, cariño mío, es tener permiso
para
matar con alfileres
sólo
tienes que saber dónde clavarlos
Renato
Filipe Cardoso
Mano
criminal
Antología
Traducción
de Leonor López de Carrión
Ediciones
Liliputienses
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