1
Quien
no quiera despertar
que
vuelva al letargo
de los
moluscos
y se
hunda en agua con sal,
que se
ablande,
se
vuelva tibio.
Que
deje al que despierta
tener
la consistencia de una roca,
el
brillo del acero.
Que lo
deje precipitarse
al
murmullo de las calles,
ser
fugitivo y rápido.
Caer
por su propio peso.
2
Quien
no quiera despertar al deseo
que
agite su cuerpo entero
contra
un molino de viento
y se
haga aire,
que se
haga de sus tendones arcos
y de
sus rodillas, morteros.
3
Quien
no quiera amar
que
crezca clavos por dedos,
que
haga de sus pies raíces,
de sus
hombros, viga.
Pero
que deje
a los
amantes
el
aliento almibarado
de la
metamorfosis,
cuando
un cuerpo y otro
desafían
el límite de un torso,
la
última línea de la espalda,
el
grosor de las muñecas
y
la
posibilidad ensancha
los
volúmenes y las formas.
Uno
puede hacerse laurel
o toro
o
lluvia, oro.
De lo
que se enlaza eres hoy
aleación.
Somos un metal en otro metal.
¿Cuánta
tierra recorrimos para llegar
a hoy,
ser uno en otra?
Teresa
Soto
Erosión
en paisaje
Vaso
Roto Poesía
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