Si hubiera
una línea,
de ese
lado lo muerto,
de este
la selva,
entonces
yo diría: todavía estoy acá.
Firmeza
de estaca clavada
en lo
más hondo de la tierra.
“Todavía
estoy acá”,
el
nombre de una muestra de fotos que vi.
La fotógrafa
trabaja, retoca pinta
fotografías
de soldados rusos mirando a cámara
sonriendo
antes
de ser fusilados.
Como
diciendo, justamente
todavía
estoy acá y no tengo por qué
salir
con cara seria.
Un gesto
flor de loto que en medio del pantano
también
grita: todavía estoy acá.
Mi
primo debe haber sentido
cada
vez que mojaba la cama
el
mismo grito contenido en la noche,
habrá
inventado la cara del hombre
que no
conocía y era su padre.
Yo
también podría haberle dicho
eso al
mío,
todavía
agarrarme de la frase
y de su
saco desde abajo
para
llamar su atención.
Soy yo,
estoy acá
me
decía ella.
Y me
tocaba el pecho dándome
y
pidiéndome un poco de amor.
Si
intentábamos separarnos
volvíamos,
por
ejemplo yo salía
y en
medio de una fiesta
la
encontraba bailando.
Entonces
me acercaba y le decía
es necesario
esto que tenemos,
todavía
te quiero mirar.
Verónica
Yattah
Piedra
grande sin labrar
Ediciones
Liliputienses
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