Martes
7 de julio de 2015
Me
dicen Al.
Pero mi
nombre es Alma.
Yo lo
siento tan blandito que preferiría que me llamaran tornillo, maza,
escopeta.
En esta
ciudad te tenés que hacer un lugar.
Si no
te pasan por encima.
Yo veo
a las personas como camiones queriéndome estacionar en la cara.
Desde
que me levanto tengo un silbato invisible en la boca.
A cada
paso chiflo, momentito, esperá, qué pasa, ¿no ves que estoy
pasando
yo?
Tengo
una madre demandante.
Ella
espera que mi casa sea un castillo.
No se
da cuenta que vivo en un departamento.
Ordenado,
me dice, pulcro.
Y no
entiende que las dos cosas no se pueden en sesenta metros cuadrados.
Siendo
cinco.
Para mi
el orden tiene que estar afuera.
Si uno
quiso tener hijos la casa es un desmadre.
Mientras
que encontremos los juegos, lo demás no me importa.
La
comida y la ropa no son coloridas.
Yo
quiero ver apilados los juguetes que mis hijos quieren.
Un
trofeo de la realidad.
Si no
para qué trabajo.
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Martes
8 de septiembre de 2015
De los
treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad.
Suman
un total de doscientos cuarenta óvulos.
Menos
tres hijos.
Vi
doscientas treinta y siete veces una parte de mi cuerpo irse por un
inodoro
o estancada en un algodón en un tacho de basura.
A mí me
llegó tarde.
A los dieciocho
recién cumplidos.
No tuve
susto ni nada.
Mis
amigas me lo habían anticipado desde la primaria.
Mi mamá
no.
Ella nunca
me dijo que un hijo era la unión de lo que yo veía caer y una
célula
que el varón tenía o se sacaba.
A mi
eso me sigue llamando la atención.
Los
colores.
Rojo y
blanco.
Cuando
estoy con mis hijos los veo en rosa por definición fisiológica.
No me
entra en la cabeza que una gota de esperma en un óvulo los haya
formado.
Esa
unión es un paisaje en una cama.
En la
que mi marido ya no duerme.
Si yo
dibujo no me quiero separar.
No hay desechos.
Me
siento una flor boreal.
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Viernes
18 de septiembre de 2015
Yo
quiero superior.
Es una
forma de ser anticipada.
Si ves
que alguien necesita algo.
Vas y
se lo acercás.
Lo
cercás con tu mirada que entiende lo que el otro necesita.
Si una
tiene hijos te convertís en escalera.
Sos la
cima desde la que ves los escalones.
Si no
les decís vos cómo son las cosas.
Quién
se las dice.
Cualquiera.
Y una
sociedad está así por creer que cualquiera puede decir cualquier cosa,
Una tiene
que tener algo claro.
Un valor.
Un
objetivo.
Una
meta.
Un
trabajo.
Yo
hablo desde mi cuerpo.
Si no
te imponés la gente te pasa por encima.
Momentito.
Acá
estoy yo.
No
necesito un silbato.
Ni un
grito.
Yo
tengo un cuerpo.
Que
cuido porque cuida.
Tamara
Domenech
La escuela,
el castillo
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