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lunes, 15 de marzo de 2021

TRES POEMAS DE LA ESCUELA, EL CASTILLO DE TAMARA DOMENECH

 

 

 

 

Martes 7 de julio de 2015

 

 

 

Me dicen Al.

Pero mi nombre es Alma.

Yo lo siento tan blandito que preferiría que me llamaran tornillo, maza,

escopeta.

En esta ciudad te tenés que hacer un lugar.

Si no te pasan por encima.

Yo veo a las personas como camiones queriéndome estacionar en la cara.

Desde que me levanto tengo un silbato invisible en la boca.

A cada paso chiflo, momentito, esperá, qué pasa, ¿no ves que estoy

pasando yo?

Tengo una madre demandante.

Ella espera que mi casa sea un castillo.

No se da cuenta que vivo en un departamento.

Ordenado, me dice, pulcro.

Y no entiende que las dos cosas no se pueden en sesenta metros cuadrados.

Siendo cinco.

Para mi el orden tiene que estar afuera.

Si uno quiso tener hijos la casa es un desmadre.

Mientras que encontremos los juegos, lo demás no me importa.

La comida y la ropa no son coloridas.

Yo quiero ver apilados los juguetes que mis hijos quieren.

Un trofeo de la realidad.

Si no para qué trabajo.

 

 

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Martes 8 de septiembre de 2015

 

 

 

De los treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad.

Suman un total de doscientos cuarenta óvulos.

Menos tres hijos.

Vi doscientas treinta y siete veces una parte de mi cuerpo irse por un

inodoro o estancada en un algodón en un tacho de basura.

A mí me llegó tarde.

A los dieciocho recién cumplidos.

No tuve susto ni nada.

Mis amigas me lo habían anticipado desde la primaria.

Mi mamá no.

Ella nunca me dijo que un hijo era la unión de lo que yo veía caer y una

célula que el varón tenía o se sacaba.

A mi eso me sigue llamando la atención.

Los colores.

Rojo y blanco.

Cuando estoy con mis hijos los veo en rosa por definición fisiológica.

No me entra en la cabeza que una gota de esperma en un óvulo los haya

formado.

Esa unión es un paisaje en una cama.

En la que mi marido ya no duerme.

Si yo dibujo no me quiero separar.

No hay desechos.

Me siento una flor boreal.

 

 

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Viernes 18 de septiembre de 2015

 

 

 

Yo quiero superior.

Es una forma de ser anticipada.

Si ves que alguien necesita algo.

Vas y se lo acercás.

Lo cercás con tu mirada que entiende lo que el otro necesita.

Si una tiene hijos te convertís en escalera.

Sos la cima desde la que ves los escalones.

Si no les decís vos cómo son las cosas.

Quién se las dice.

Cualquiera.

Y una sociedad está así por creer que cualquiera puede decir cualquier cosa,

Una tiene que tener algo claro.

Un valor.

Un objetivo.

Una meta.

Un trabajo.

Yo hablo desde mi cuerpo.

Si no te imponés la gente te pasa por encima.

Momentito.

Acá estoy yo.

No necesito un silbato.

Ni un grito.

Yo tengo un cuerpo.

Que cuido porque cuida.

 

 

 

Tamara Domenech

La escuela, el castillo

 

Ediciones Liliputienses


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