PAULONIA
Manuel
Moya, poeta,
está
plantando un bosque literario
en un
huerto heredado de su padre
con
naranjos enfermos:
Bosque
de la Memoria.
Árboles
que son fruto
de
semillas de libro.
Cuenta
que ha conseguido que germinen
cipreses
de la Acrópolis.
Yo he
plantado en mi huerto una paulonia.
Murasaki
Shikibu me regaló cien días en Kioto,
la
intimidad de Genji, sus morbosos abrazos,
los
poemas que cruzan los amantes
escuetos
como un tuit y ambiguos como el mar,
la
molicie de las caligrafías,
los
nombres perfumados de las cosas
y el
deseo feroz
como
arteria central de las palabras.
Por
gratitud he plantado una paulonia.
Ha
crecido veloz, como con hélices
o alas
en las ramas. Purifica los suelos,
embellece
las nubes, enredando entre ellas
un enjambre
violeta de campánulas.
Conmueve
su despliegue tan gratuito.
Los
vecinos preguntan que por qué
sembré
un árbol tan grande
que no
da fruto alguno.
Pa
qué si no da ná, dicen con sus seis sílabas.
La he
plantado por pura gratitud.
En
Japón utilizan su madera
blanca
y honesta para kotos y sandalias
y la
plantan en China cuando nace una niña
y al
casarla fabrican con su pulpa
los
varios utensilios de su ajuar.
Quizá
al final del tiempo
cuando
aviste a la muerte,
construya
yo un estuche
con
alguna porción de alguna rama
una
caja a la inversa de Pandora
con la
no-espera al fondo
y los
bienes cumplidos,
selectos
y menudos como bayas granantes,
en su
interior.
Pero el
don que aguardamos
es que
hable Murasaki muchos siglos,
que
propague su erótica gentil
bajo
especie de libros y huertos.
De
libros, esos hijos
biológicos
del árbol.
Aurora
Luque
Personal
& político
Vandalia
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